Quizás el último reducto del barroco como concepción y estilo está en nuestro continente y de manera particular en los países del Centro, de las Antillas y del Sur, comprendiendo a México y Brasil naturalmente.

Este sentido de lo barroco está en las artes y de manera particular en la vida, desde donde impregnó e impregna la cultura.

En algún artículo de tiempo atrás había considerado algunos aspectos de este hecho. Ahora hago mención de él por el desfile de trajes típicos con motivo del concurso internacional de belleza.

Para el observador menos atento, fue sin duda notoria la diferencia entre los vestuarios de las señoritas de nuestros países y de los otros. La diferencia radicó en la concepción diseñística de los trajes. Dicho con mayor propiedad, en el peso de un barroquismo en los atuendos de las latinoamericanas.

Este peso es, ante todo, cultural. Su origen está en el pasado y no es de exclusiva responsabilidad de españoles, portugueses, ingleses u holandeses, sino de nuestros ancestros de antes de la Conquista. Formaba parte del espíritu nativo y por eso se reflejó en los ritos religiosos y cotidianos, en la concepción del mundo y en la proyección de las artes.

La realidad física no es ajena a esta expresión barroca. El hecho de que el ser humano en estas culturas viviera en íntima y constante relación con la tierra, la privilegiara y la amara aun frente a fenómenos adversos, tenía que manifestarse en su visión de vida. 

Después el barroco ha pasado a convertirse en barroquismo, en un cultivo insistente de diaria mantención con derivaciones en los aspectos más variados. Se puede preguntar, entonces, ¿qué ha incidido para que suceda así, convirtiéndose en un hecho de cotidianeidad y no solo en una formulación artística?

En literatura lo barroco tiene validez propia en las obras de magníficos autores, sobre todo de la órbita antillana y en general caribeña. En artes plásticas tiene, además, una importante proyección en el área andina. Como para los europeos, y en particular los de raíces anglosajonas, el barroco es estilo artístico, una forma de pensar y de producir antes que una manera de vivir, en todo caso una expresión que respondió a concepciones de una época ya superada en el tiempo, se comprende que miren con algún distanciamiento el arte de algunos de nuestros países considerándolo folclórico o de formulación artesanal desde la perspectiva etnocentrista de su canon estético.

En todo caso, un barroquismo estuvo presente la noche de los vestidos típicos y fue el que alcanzó el reconocimiento en los trajes de las señoritas de Panamá, México y Trinidad y Tobago, pues si al usado por la señorita Ecuador pudiese calificárselo de posmodernista, los tres primeramente citados con su aparente cargazón de símbolos, más abalorios, plumas, metales y exuberancia cromática solo puede considerárselos como inspiraciones barroquizantes.

Lo típico de esta parte de la competencia fue solo una manera de decir. No estuvo presente sino como referencia, y ni siquiera como eso. Fue el espacio para un real ejercicio de imaginación y fantasía de algunos diseñadores que explotaron las posibilidades publicitarias del evento. Las alusiones simbólicas quedaron en eso: en abusivas alusiones a lo inexistente en muchos de los trajes que eran más metáforas de metáforas que expresiones de lo cultural histórico de los pueblos.