Vivimos la fantástica época del correo electrónico  (e-mail) y la internet. Correo, etimológicamente, viene de correr, cuando el mensaje llevaba un corredor (como nuestros primitivos chasquis) o un jinete a caballo. De esa época, después de siglos, pasamos al correo “terrestre”, por tren u otro transporte, y al marítimo. Luego pasamos al correo aéreo, en el siglo XX. En estos últimos años hemos pasado al correo electrónico. En el mismo momento en que EL UNIVERSO circula en Guayaquil, los lectores de EE.UU. se informan de las principales noticias o artículos de opinión y nos escriben a los columnistas.

Esa portentosa red informática que se abrevia en la palabra de origen inglés internet es tan nueva que aún no se registra en el Diccionario de la Real Academia, editado en el 2002. Sin embargo, los niños de 10 o menos años ya son capaces de “navegar” por el sistema.

En los países desarrollados ya no es necesario ir a un almacén para comprar. Muchos artículos como aparatos musicales, libros y tantos más, se compran sin salir de casa, gracias a internet. Igualmente se pueden consultar los itinerarios de viajes aéreos de cientos de compañías y es más, se puede pagar gracias a una tarjeta de crédito el valor de los billetes de viaje, se puede hacer la reservación de hoteles.

Cada vez resultan menos necesarias las agencias de viajes y muchos otros servicios intermediarios.

El científico, el profesor, el escritor, el estudiante, ya no necesitan tanto concurrir personalmente a las bibliotecas y archivos; la investigación bibliográfica puede hacerse por internet. Claro que aún no es perfecta, pero está recién en su fase inicial. Por ejemplo, se encuentran las informaciones de una planta medicinal y se obtiene una enorme cantidad de información, pero no siempre con el nombre  de los  autores y la referencia bibliográfica completa. No hay duda que se irá perfeccionando.

La internet (supongo que la  Real Academia le asignará el género femenino) ofrece innumerables ventajas, pero hay ciertas desventajas y riesgos. El estudiante que debe elaborar una monografía puede no ir a la biblioteca a consultar libros y revistas, la internet le hace la mayor parte del trabajo, pero no se puede vivir con la computadora a la cabecera de la cama.

¿Quién alimenta a la red informática y crea las páginas web? Mucha gente y sobre todo instituciones. Es increíble el número de páginas web que ya existen en tan pocos años. En  español, hay al momento, más de 65 millones de páginas web y ocupa el quinto lugar frente al inglés, que está a la cabeza, seguido por el alemán, francés y japonés. Después del español viene el chino, el coreano y el ruso. Rusia se ha quedado rezagada, está después del coreano, un idioma hablado por millones menos de gente que el ruso, pero con un gran desarrollo industrial y comercial.

El Instituto Cervantes, en España, es el que ha tomado la responsabilidad de impulsar el desarrollo informático y ha inaugurado su ‘portal’ http://oesi.cervantes.es, que ofrece servicio a los científicos, estudiantes y al sector empresarial.