El hombre ha roto el equilibrio de la naturaleza, desnivelando invisibles balanzas que Dios instaló en cada cosa, y el agua y el viento serviciales, que tenían relojes solares puntuales, y hasta pequeñas brújulas, han sido confundidos por él, e indisciplinados, pueden amotinarse y destruirlo.
El Protocolo de Kyoto de las Naciones Unidas, de 1997, pretende reducir las emisiones de gases emitidos por fábricas y vehículos, causantes de la destrucción de la protectora capa de ozono, por cuyo agujero de 25 millones de kilómetros cuadrados hoy penetra violentamente el sol, produciendo el calentamiento global. A Ecuador le interesa vitalmente este Tratado. El volcán Chimborazo deshelado, atroz como un papagayo desplumado, es un anuncio. Los Andes, autores del Guayas y del Amazonas, están en peligro. Están amenazados los glaciares del Himalaya que alimentan a los grandes ríos del Asia, que abastecen a 2.000 millones de seres humanos. Para que entre en vigencia ese texto se requiere la aprobación de un número de países que en conjunto sean, como mínimo, la fuente del 55% de tales emisiones. En chiquito, esto equivale a que un sindicato de matones resolviera que solo regirá el Código Penal si lo aprueban la mitad más uno de ellos.
EE.UU. se retiró del Tratado en 2001, renunciando otra vez al liderazgo ético, arrinconado en su liderazgo militar, igual que Atila. La Declaración Universal de Derechos del Hombre se parece cada vez más a una hoja otoñal de San Francisco. Ahora, otra vez el mundo depende de Rusia, cuyos votos polutos son indispensables para, paradójicamente, descontaminar al mundo. Rusia, que está indecisa, afronta el mismo desafío moral: O desarrollarse desenfrenadamente, envenenando al planeta, o darle la mano para que exista por fin un Tratado que imponga la higiene en el desarrollo. Económicamente, el Tratado configura un negocio para la nación que disminuye su basura porque, por ejemplo, estándole permitido a dos países producir, a cada uno, mil toneladas, el que produzca menos puede vender la parte no utilizada de su cuota de suciedad al que se excedió, quien, así, encubre su falta. Cálculos: hasta 2100, la temperatura del mundo subiría hasta 4,9 grados centígrados. Resultados: olas de calor, sequías, incendios forestales, otro diluvio, aumento del nivel del mar, Guayaquil con otros puertos, e islas, puede desaparecer.
Pero la Edad del Petróleo está a punto de terminar. Sería sustituido por el hidrógeno y el etanol como fuentes universales de energía. “Grandes baterías operan limpiamente tanto tiempo como hidrógeno les es suministrada y pueden dar energía a cualquier cosa, inclusive automóviles. Como la electricidad, el hidrógeno es un combustible que puede ser hecho de varias fuentes: combustibles fósiles como el carbón y el gas natural. Cada gran fabricante de automóviles tiene un programa de combustible de hidrógeno. Otra alternativa que estará disponible en pocos años es el bioethanol. Muchos carros ya operan con una mezcla de gasolina y etanol. Su problema actual es el costo, altamente subsidiado. Pero se espera que la biotécnica descubra compuestos químicos que permitan abaratarlo. Esto tomará una década o dos. A causa de que estos nuevos combustibles pueden ser hechos en cualquier parte, no podrá manipularse el suministro ni su precio como ocurre hoy con el petróleo. Nunca será necesaria otra guerra por la energía”. ¡Restablezcamos el equilibrio!