No hay foro, análisis o simple deseo popular que no plantee a la transparencia como una necesidad vital de desarrollo de la economía. Y es verdad: la transparencia es un elemento clave. Igual que lo es en una familia (¿cómo crear lazos sólidos si cada uno desconfía de su hermano?), o en la empresa (¿quién quiere dar un mejor esfuerzo si siente que hay engaño a la hora del reparto?). Transparentar es atacar los fundamentos mismos de una sociedad mercantilista, donde cada uno intenta arañar privilegios y rentas de los demás, y donde las leyes, reglamentos y otros intervencionismos públicos se los otorgan. La transparencia es la manera de generar una sociedad más eficiente y equitativa.
Transparencia es conocer en detalle los sueldos (monetarios y provenientes de otras ventajas, como las cargas horarias, por ejemplo) del sector público. No podemos quedarnos con la frase tantas veces repetida “los funcionarios públicos son en general los peor pagados del país”. ¿Es realmente así? Si lo es, hay que analizarlo y corregirlo. ¿Y si no, qué hacer, cómo adaptar nuestro discurso? Claro que los profesores o las enfermeras son mal pagados, pero, ¿ganan realmente menos que en el sector privado, en instituciones similares, con calidad, capacitación y responsabilidades similares? Talvez sí, talvez no. Pero pongámoslo en blanco y negro, abramos esa caja de misterios. Estoy seguro que nos llevaríamos grandes sorpresas, por eso tanta oposición de los que conocen esas sorpresas.
Transparencia es preguntarnos a quién ha favorecido la oposición a la venta de las empresas telefónicas que se intentó desde 1995, o la política de mantener tarifas internas bajas y externas muy elevadas. Sin lugar a dudas a ciertos empresarios que han podido desarrollar en paralelo actividades muy lucrativas: sistemas de call-back, de transmisión de datos y otros más. Empresarios que se han beneficiado en varias actividades (banca, telecomunicaciones). Y a ciertos grupos de trabajadores que han seguido vendiendo líneas o facturando servicios a nombre propio. ¿Y quién, de manera similar sigue aprovechando de las empresas eléctricas en manos estatales o municipales? Sin duda agrupaciones políticas que colocan a manos llenas a amigos o dan contratos a dedo a sus allegados.
Transparencia es poner sobre la mesa las razones (evidentes) para que en el país haya todavía tantos sectores cerrados a la competencia, tantos privilegios, tantos mercados oligopólicos, tantos casos en que consumidores o contribuyentes seguimos pagando los proteccionismos. Menos evidente es quizás saber cuánto nos cuesta ese liberalismo disfrazado.
Transparencia es elaborar un presupuesto base cero, es decir hacernos una pregunta muy simple con cada rubro de gasto, con cada programa, con cada institución pública: ¿para qué sirve?, ¿a quién beneficia?, ¿cuál es la relación gasto/eficiencia? No podemos pagar cada vez más impuestos sin saber dónde terminan esos recursos. Muy sencillo, pero todavía imposible de poner en marcha. Incluso en materia macroeconómica la información es siempre parcial: ¿qué recursos están en la Reserva Internacional de Libre Disponibilidad? ¿Cómo evolucionan las finanzas públicas? ¿Cómo se financian? Le deseo buena suerte intentando descubrirlo.