De cerca parecen estar hechos de hule. Lucen como juguetes gigantes en una gran piscina y, como tales, están llamados a entretener. Unos juguetes con vida: saltan, semejan una sonrisa al mostrar su dentadura cuando los entrenadores bailan frente a ellos y sugieren conversaciones en las que aparentan una actitud expresada por cierto tipo de seres humanos: todo lo hacen por puro interés particular. Aunque, en este caso, es por un poco más de pescado que el trainer saca de un balde plateado, y que resulta una gracia tras la cual se escuchan risas entre la audiencia que los mira. Pero no, no son juguetes.

Son las estrellas de un espectáculo denominado One Ocean que presenta el parque temático SeaWorld, en Orlando, Florida, que se promueve con la oferta de hacer “sentir la energía y el espíritu de vida debajo del mar” junto a estas “ballenas asesinas” que saltan en un estanque de aguas celestes. Pero, no. Tampoco son estrellas, el apelativo no corresponde a su naturaleza, sino a lo que les toca representar.

Son orcas, los predadores tope del mar y los miembros más grandes de la familia de los delfines, rápidos nadadores que, según un registro del que da cuenta la Sociedad de Conservación de Ballenas y Delfines (WDCS, por sus siglas en inglés), pueden alcanzar los 54 kilómetros por hora.

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La orca es el más cosmopolita de todos los cetáceos, recalca la cartilla de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Y se pueden ver prácticamente en cualquier región marina, desde Ecuador hasta aguas polares, aunque su presencia es más común en las zonas costeras y de mayor productividad y en latitudes más altas.

Alcanzando hasta cerca de 10 metros de longitud, los machos son más grandes que las hembras y tienen una aleta dorsal alta, que puede llegar a medir dos metros. La forma y notable visibilidad de su aleta dorsal la vuelve casi inconfundible en el mar.

Y es esa alta aleta la que hace visibles a una manada en el océano, en un video que abre el show One Ocean y que relata una historia de amistosa relación entre el hombre con estos animales. El video termina cuando un individuo de esta especie aparece saltando en el gran estanque celeste.

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Sin embargo, esa relación incluye otros momentos, como los que relata el documental Black Fish, dirigido por Gabriela Cowperthwaite, que en 2013 marcó un antes y un después en la cruzada que mantienen defensores de estos cetáceos contra los espacios de diversión en los que mirar animales en cautiverio es la principal atracción.

El filme se traslada a 1970, al estrecho de Puget, en el estado de Washington (EE.UU.) y muestra una jornada que Howord Garret, un buceador que participó en ella, vio inicialmente como algo simple: capturar orcas.

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Sobre una de esas jornadas, Howord Garret, investigador de aquellas prácticas, refiere: “Tenían aviones, observadores, bombas y las lanzaban al agua para que toda la manada se quedara en los cables. Pero como a esas orcas las venían siguiendo, ya sabían que les arrebatarían a sus crías, así es que los machos se dirigieron hacia el este, hacia un callejón sin salida sin las crías y los barcos los siguieron; pensaron que los seguían a ellos y las madres se fueron con las crías hacia el norte, pero el equipo de captura contaba con un avión y acabaron descubriéndolas desde el aire. Cuando eso pasó, el equipo de captura alertó a los barcos que el grupo de crías se dirigía hacia el norte, así que los barcos y las lanchas alcanzaron y acorralaron a la manada. Tenían barcos con redes de pesca, con cercos de los cuales les resultaría imposible escapar, y así llevar solo a las crías”.

Y continúa: “Ya tenían a las crías que querían dentro de los corrales, así es que soltaron las redes y los adultos podían haberse ido, pero se quedaron”.

Crowe relata: “Toda la familia de la joven orca seguía a unos 20 metros de distancia. Hicieron como una línea y se comunicaban entre ellas. En ese momento te dabas cuenta de lo que estabas haciendo… era como secuestrar a un niño de las manos de su madre”.

El documental se presentó tres años después de la muerte de Dawn Brancheau, una de las entrenadoras de SeaWorld a quien Tilikum, la orca macho semental del parque, mató luego de que esta cayera por accidente, según una versión oficial, y, según espectadores, después de tomarla por el cabello mientras la entrenadora la acariciaba desde la pista.

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Una muerte que constituía el tercer incidente mortal en el que estaba involucrado Tilikum, mantenida en cautiverio durante tres décadas y que, según un anuncio hecho por el parque el 8 de marzo pasado, está gravemente enfermo y no responde a los tratamientos.

A inicios de 1983 Tilikum, aproximadamente de dos años de edad, fue arrancado del lado de su madre y grupo familiar en los fiordos de las costas orientales de Islandia. Pasó su primer año en un zoológico marino cerca de Reikiavik, esperando un comprador. Y a fines de 1984 fue enviado a Sealand del Pacífico en Victoria, Columbia Británica, Canadá.

La muerte de una entrenadora en 1991 motivó el posterior cierre de aquel parque. SeaWorld compró inmediatamente al ejemplar de 5.500 kilos de peso.

Luego de la presentación del documental, la presión contra SeaWorld creció. Tras la muerte de Brancheau el contacto de los entrenadores se limitó a hacerles señas desde la pista, nadie más volvió a nadar con ellos. En noviembre pasado, anunció que dejará de hacer los espectáculos con orcas en su parque de San Diego, California.

En el filme, exentrenadores hablan sobre su participación en esa actividad y expresan que inicialmente sentían que era un gran trabajo por lo impresionante que significaba entrenar a una “ballena asesina”.

Un encanto que compartían con los visitantes que llegan y que ven a esos enormes cetáceos dar vueltas en el agua semejando bailar, o emocionando a los espectadores de las primeras filas por haber logrado que un aleteo al filo de la piscina les salpicara agua del estanque celeste.

Esta semana, Joel Manby, de SeaWorld, anunció que esta empresa dejará de criar orcas en cautiverio. Un triunfo para el activismo que busca acabar con la idea de que los animales son juguetes que entretienen. (I)

Otras muertes
Por ballena Tilikum

1991
Una de las tres orcas que mataron a una entrenadora que perdió el equilibrio y cayó en un tanque en Sealand de Victoria, Canadá.

1999
Un hombre que presuntamente burló a la seguridad de SeaWorld, para quedarse después de que el acuario cerrara, apareció muerto sobre el cetáceo.