El Ministerio de Salud Pública activó el 22 de mayo pasado una alerta epidemiológica para informar y reconocer los procesos de vigilancia para el virus de la viruela símica, conocida informalmente como viruela del mono. Cinco días después, en otro comunicado, notificó que ha detectado el primer caso sospechoso, en Quito

La noticia generó ruido inmediatamente en las redes sociales. No está distante el recuerdo del 29 de febrero de 2020, cuando el gobierno de Lenín Moreno hacía oficial lo que llamó el primer caso de COVID-19, la pandemia que hasta hace tres días dejaba más de 35.500 muertes en el país. Las comparaciones y el temor de los ciudadanos son casi lógicos.

Mas también debe ser lógico que ante un posible brote de la viruela símica las autoridades estén mejor preparadas de cuando llegó la pandemia, independientemente de que esta viruela se detectó en los humanos en 1970 y científicos como Esteban Ortiz aclaren que no tiene el potencial de transmisión del COVID-19.

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La viruela símica suma 200 casos en países no endémicos, según la Organización Mundial de la Salud. Para el organismo, no se requerirá por este mal una vacunación a gran escala, desde el 2013 se dirige a personal sanitario.

En Ecuador, la vacunación, las medidas de bioseguridad e incluso la experiencia en el tiempo e información contribuyeron para la disminución de casos y muertes por COVID-19.

Una confirmación del supuesto caso de viruela símica llegado de África se conocerá la próxima semana. Mientras, hay un cerco epidemiológico y el Gobierno adquirió mil kits para diagnóstico del virus.

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Se vuelve a aconsejar el lavado constante de manos. Viajeros con síntomas como fiebre y lesiones de la piel deben usar mascarilla, buscar atención y aislarse.

Las falencias del sistema de salud no pueden seguir esperando por soluciones mientras siguen reactivándose virus, infecciones y hay enfermedades catastróficas que atendidas a tiempo y adecuadamente no terminarían en muertes. (O)