La advertencia de la Confederación de Nacionalidades Indígenas (Conaie) al presidente electo, Daniel Noboa Azín, resulta extraña, ilógica, por decir lo menos, cuando se acaba de salir del proceso electoral, y su lectura política evidencia un rechazo de la ciudadanía a las confrontaciones, pues se viene hablando de la necesidad de unidad para enfrentar los graves problemas del Ecuador.
Y no solo eso. Mientras la dirigencia indígena exige el cumplimiento de quince demandas y advierte que estarán “atentos a las decisiones que tome frente a cualquier paquetazo neoliberal o medidas económicas antipopulares”, en las provincias donde según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) está la mayor población indígena ganó holgadamente el mandatario electo el pasado 15 de octubre.
En Morona Santiago, Daniel Noboa obtuvo el 68,92 % de los votos; en Chimborazo, el 65,84 %; en Pichincha, el 60,13 %; en Cotopaxi, 57,61 %; y, en Imbabura, el 50,56 %. Esto habla al menos de una falta de coincidencias de las bases con su alta dirigencia, ya que una parte incluso había recomendado el voto nulo.
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No es que la Conaie o cualquier otra agrupación ciudadana esté limitada al proponer, porque el nuevo Gobierno aún no se posesiona, de ninguna manera. Hay que plantear ideas, colaborar con proyectos, eso ayuda al país. Lo que no aporta son las posturas que suenan a amenaza y, para algunos actores políticos, incluso a violencia.
Hay que dar gobernabilidad al país, aprender de los errores, sumar. No es momento de seguir confrontando cuando el régimen que está próximo a posesionarse debe trabajar en lo urgente, en lo necesario para el bienestar de los 16′938.986 habitantes del Ecuador, y, al menos, encauzar las luchas que requieren más de los casi 18 meses de su periodo hasta el 2025.
Los planteamientos y exposición de los problemas del país, las ideas y sugerencias deben ser bienvenidos y escuchados por el nuevo presidente, las advertencias resultan inoportunas y prematuras. (O)