En la conmemoración del Día de la Unidad Alemana, Emmanuel Macron abordó un tema urgente del cual todos deberíamos estar hablando y ante el que cada individuo, familia, comunidad y sociedad debería estar en alerta roja. El presidente de Francia afirmó que “hemos sido extremadamente ingenuos al confiar nuestro espacio democrático a redes sociales que están en manos de grandes empresarios estadounidenses o de grandes empresas chinas, cuyos intereses no son en absoluto la supervivencia ni el buen funcionamiento de nuestras democracias”. Agregó que “hemos dejado que se instalen espacios públicos donde todo está hecho para impedir el razonamiento”, reemplazando el mérito (la sabiduría, la experiencia, la verdad) por la emoción. Las redes sociales se han convertido en mecanismos perfectos “para que nuestras democracias se polaricen hasta los extremos, para que el ruido y la furia prevalezcan sobre el argumento razonable”.
Vivimos hoy en sociedades sometidas a un constante bombardeo de desinformación y fanatización concebido y alimentado por algoritmos que ahondan las trincheras donde nos hemos hundido y nos siguen hundiendo: “los algoritmos están diseñados para favorecer la excitación cognitiva, la sobrerreacción y la amplificación de lo que nos gusta o disgusta, promoviendo nuevamente los extremos. Todo esto, además, está pensado para generar ingresos publicitarios”. Por ello, la Unión Europea está proponiendo muy acertadamente “imponer reglas a estas plataformas para que se rijan por las mismas normas que el espacio democrático: que no haya personas escondidas, que no existan cuentas falsas generando alarmas ficticias”. Y más: “si tienes un periódico, eres responsable de lo que se publica; si tienes una red social, debes ser responsable de lo que allí se difunde”.
Vivimos en carne propia esta situación, el ruido y la furia del mundo actual. Como ecuatoriana y migrante, me desgarra la cruel injusticia con que los EE. UU. están tratando a mis compatriotas y demás migrantes. Hace poco escuché a Gloria Estefan denunciar que los agentes de inmigración detuvieron a la mujer del técnico a cargo de sus guitarras y que lleva en el país legalmente más de 25 años. La mujer lleva meses detenida y su familia sin saber de ella. Decidí compartir esta información con una migrante ecuatoriana pro Trump que vive en los EE.UU. Su reacción fue sintomática de la crisis que estamos viviendo: me respondió que me equivoco, que Gloria Estefan no había sido detenida, a lo cual tuve que replicar que nadie había afirmado aquello. Descubrí así que esta persona no había siquiera mirado el video antes de reaccionar, no se había tomado el tiempo de confrontar y reflexionar sobre las consecuencias de sus decisiones políticas y encima más recalcó que ella tiene todo el derecho de opinar como desee, pues hace uso de su libertad de expresión.
Recordé pues esta lamentable “conversación” al escuchar las inspiradas palabras de Macron. Más allá de ser un peligro para la democracia, los derechos sin deberes, la voz sin consciencia, la opinión sin verdad nos están costando nuestros vínculos humanos y nuestro sentido de comunidad y humanidad. (O)