Leí esa frase en mi texto escolar de Historia Nacional hace poco más de sesenta años, donde se describía la reacción del teniente Abdón Calderón luego de recibir el primer cañonazo en uno de sus miembros, en esa batalla por la independencia de lo que sería la República del Ecuador, hace exactamente dos siglos. El relato continuaba con los sucesivos impactos y heridas que recibió nuestro “Héroe Niño”, quien no cedió en su empeño de alentar a sus compañeros hasta terminar sosteniendo la bandera con los dientes antes de morir gloriosamente en el Pichincha. Entre el mito y la leyenda del tiempo heroico, a lo Manuel J. Calle, la hazaña inflamaba nuestros ánimos infantiles dispuestos a morir por la Patria, para recuperar lo que el Perú nos había arrebatado mediante el “írrito Protocolo”. Décadas después sabríamos que Abdón Calderón murió en el Hospital San Juan de Dios, o en una casa familiar según otra versión, como consecuencia de las heridas sufridas en esa batalla donde tuvo un desempeño valiente.

Vacila pero no cae la señora Guadalupe Llori, presidenta de nuestra Asamblea Nacional y primera actriz de la saga antiheroica de la política ecuatoriana. Si los asambleístas nos representan a todos los ecuatorianos, la batalla que ahí libran todos contra todos ilustra el espíritu mezquino y antipatriótico que los empuja y que nos cuestiona a quienes los elegimos. Doscientos años después, los espurios “patricios” designados para legislar, fiscalizar y cogobernar con el Ejecutivo, se debaten en una pelea intestina por privilegios y beneficios personales y partidarios, poniendo en acto las diversas acepciones del “vacilar”, desde la que implica un coqueteo político ocasional sin compromiso ideológico serio hasta la del “rico vacilón” que se bailaba hace más de sesenta años a ritmo de chachachá, y pasando por la duda existencial que se resuelve en la inacción y en la abstinencia reiterativa. En esa realidad, resulta irónico que la señora Llori se haya permitido calificar el desempeño de la Asamblea con un 10/10 en una entrevista con el diario El Comercio, ignorando lo que nos enseñaron hace sesenta años en el tercer grado: 10/10 = 1.

¿Será que doscientos años después ya no tiene sentido hablar de patriotismo, sacrificio, heroísmo, hazaña, batalla y esas cosas? ¿Nos contentamos con criticar en las redes sociales reproduciendo los graciosos memes del Pikachu en la batalla, a propósito del mural regalado por España que luce en la fachada del viejo cine Avenida? Dos siglos después, el Ecuador libra la más cruenta batalla de su historia: el Ecuador contra el Ecuador. Un país de gente solidaria, honesta y trabajadora, pero intimidada por un país plagado de corrupción, narcotráfico, sicarios adolescentes, niños microtraficantes, empresarios explotadores, políticos delincuentes, funcionarios incompetentes, sobornadores profesionales, choferes homicidas, vivos criollos, asambleístas ignorantes, jueces criminales, prófugos célebres… y un público inerte y espectador. Una batalla que cobra vidas cada día y nos empobrece progresivamente, amenazando la existencia de este país. ¿De qué lado está usted, amable lector? (O)