Despertó el 21 de agosto, el sol ya había salido, todo estaba claro. Sintió un malestar como de resaca o comienzo de gripe. Había estado hasta bien pasada la medianoche viendo por televisión los escrutinios. Los días anteriores le llegaron por diversos medios electrónicos encuestas de fiabilidad dudosa. Pero, a pesar de su evidente manipulación, había constantes que probablemente conformaban una tendencia verdadera, concretamente que el segundo lugar se dirimiría entre tres candidatos, cuyas diferencias se movían dentro de los márgenes de error. De manera que, lo que pasó, era una posibilidad seria. Era la hora “del llanto y el crujir de dientes”. Siempre supo que algo así era una amenaza cierta, pensó en activar algunos contactos que tenía por ahí, para que lo ayudaran a capear el temporal. O, mejor todavía, colaborasen para participar en contratos para un tren playero, una represa con caliche o helicópteros con falla humana incorporada.
De todas maneras, en una cosa no pensó, en la responsabilidad que él tenía en los resultados. Es que la ignorancia de la gente, es que todos los políticos son corruptos, es que los anteriores gobiernos fueron pésimos y así una serie de “terceros” cuya sucesión histórica se remonta a los conquistadores, cuyos grandes defectos fueron ser católicos y españoles... es que él es un hombre objetivo, dice esto a pesar de sus ocho apellidos ibéricos, sobre cuya nobleza no admite cuestionamientos. En todo caso, jamás se ha puesto a sopesar con qué acción o con qué omisión contribuyó a crear este estado de cosas que ahora le espanta. Él tenía derecho a disfrutar de su cómoda inmovilidad y su satisfecha intrascendencia, por eso ahora no tiene derecho a protestar. ¿Quién es él? Aunque este retrato puede parecer el de un miembro de clases sociales determinadas, en realidad busca englobar a empresarios, académicos, profesionales, intelectuales, incluso a segmentos de la burocracia. Esta imagen, de manera comprensiva, intenta abarcar a los estratos más educados del país. Aquellos que han abandonado de manera cobarde e irresponsable la actividad política y el activismo social. Y esa mañana, allí estaban los resultados de su dejadez, su pereza y su egoísmo.
Condiciones compartidas por los segmentos incluidos son, por supuesto, ingresos medios y altos, recursos y tiempo necesarios para actuar de manera efectiva. El país debería ser permeado por una ética de la responsabilidad pública, que nos lleve a todos a participar en el manejo político, en la beneficencia, en la difusión cultural y actividades afines. En lo político, que es lo que dolía esa mañana, fueron incapaces de crear partidos con ideas, visión y estructuras adecuadas para participar con posibilidades en eventos electorales e influir en la marcha del sector público. Lo poco que había en este sentido se disolvió cuando cundió el prejuicio tonto de la “partidocracia”. Y así llegamos al 20A, que lo pone en la disyuntiva de votar por los peores de la historia o por una opción etno-ecologista con posturas dogmáticas y ribetes irresponsables.
Un sueño... por el momento. Y se repetirá dentro de año y medio si no hay un intento serio de cambiar de actitud. (O)