Bernie Sanders, senador demócrata de los EE.UU. de América, luego de la última elección presidencial que ganó Trump, declaró: “No debería sorprender la derrota de un partido demócrata que ha abandonado a la clase trabajadora. A los ricos les está yendo bastante bien, el 60 % de los estadounidenses viven al día y tenemos más inequidad de ingreso y riqueza que nunca antes. Somos el único país rico que no garantiza la salud como un derecho humano. Gastamos miles de millones de dólares financiando la guerra contra el pueblo palestino, que ha llevado a un desastre humanitario de desnutrición masiva y hambre de miles de niños. Los ‘demócratas’ perdieron primero a los trabajadores blancos, ahora a los negros y latinos”. Nos preguntamos no obstante cómo ellos pudieron votar por el elefante de las patas que aplasta y de la trompa que expulsa, que ya había llegado al poder.
Empezó lanzándose contra los inmigrantes indocumentados, pretendiendo enviarlos a la prisión en la bahía cubana de Guantánamo, que EE.UU. ilegítimamente retiene, ahí donde tan atrozmente el gobierno de Bush violó los derechos humanos de simples sospechosos. En las deportaciones que inició, los envió esposados a sus países de origen, incluyendo a Ecuador, donde el presidente no protestó por la humillación. Para Trump son criminales, “envenenan la sangre de nuestro país” ha dicho, acusándolos de ser miembros de una banda venezolana y a los haitianos, de comerse a los perros. Sugirió dispararles en las piernas a los que cruzan la frontera sur para reducir su velocidad. Resucita la violencia, el peligro, el miedo, que infundieron los nazis. ¿Qué clase de ser humano es él y quienes lo apoyan? Es que ha recordado que lo eligieron para ello, así está el orbe en algunas partes, donde se atropella abiertamente los derechos ajenos. ¡Bastante lejos ha llegado su odio! Para molestar más a los inmigrantes, el partido del todopoderoso señor quiere gravar las remesas que envían a otros países, que ya pagan tarifas, afectando su economía.
Suspendió las solicitudes de refugio de los inmigrantes menos de los blancos de Sudáfrica, herederos de los supremacistas que practicaron el apartheid en un país de negros, con quienes se identifica. A 59 de ellos los acogió y se inventó la tesis del genocidio contra aquellos, quienes son dueños de la mayoría de tierras, a pesar de representar el 7,3 % de la población. Probablemente Musk, el sudafricano valedor de Trump, está detrás de esa política.
Para colmar el agobio de los palestinos, en absoluto desprecio a su soberanía ha propuesto el plan siniestro de convertir Gaza, destruida por el Estado de Israel y dejada inhabitable, en la “Riviera del Oriente Medio”, expeliendo a sus habitantes, lo que constituye un crimen de guerra, anunciando que no se les permitiría regresar y que podía obligar a Egipto y Jordania a recibirlos. Ya los nazis, para justificar su expansión territorial en Europa Central y del Este, proclamaron ese principio. ¡Cuánta semejanza con ellos del EE.UU. de ahora y el Israel de los judíos martirizados por la Alemania de entonces!
Pero para juzgar los graves crímenes internacionales el mundo creó la Corte Penal Internacional. La respuesta prepotente estadounidense en el 2020 fue sancionar a la Fiscal de la Corte y a uno de sus asesores, debido a una investigación del tribunal acerca de presuntos crímenes de guerra cometidos por sus tropas en Afganistán. Y como la Corte dispuso en noviembre del 2024 el arresto del primer ministro y el ministro de defensa israelíes, por los crímenes de guerra y de lesa humanidad perpetrados en Gaza, Trump reiteró sus retaliaciones ordenando restricciones financieras y de visado, a los miembros del tribunal que colaboren en sus investigaciones, porque tiene que proteger los intereses de EE.UU. en la región, sin importar cuán satánicos sean sus amparados.
Alegando seguridad o mero interés nacional, sin rubor ha dicho que quiere Groenlandia, rica en tierras raras y que no descarta hacerlo por la fuerza; que no cree que con Canadá lleguen a ese punto, al que quiere convertir en el Estado No. 51 de la Unión; que desea controlar el Canal de Panamá. Cree pues que es el absoluto emperador planetario, mas, China y otros lo han devuelto a la realidad. ¡Parece un cuento de terror, pero no lo es!
Y como la brutalidad históricamente no ha venido sola, se mete en el mundo científico, cultural y del conocimiento y ahoga la investigación científica, toma el control del contenido de los museos, pretende decir a las universidades estadounidenses lo que tienen que enseñar y las sanciona si permite protestas por Palestina como a la de Harvard, a la que le ha congelado fondos y le ha prohibido matricular a estudiantes extranjeros, pero esta lo ha demandado judicialmente.
Y es que dicho pueblo dignamente se ha levantado contra la tiranía y el abuso, como cuando protestó contra las narices de sus gobernantes en la guerra de Vietnam o la invasión a Irak. También los jueces han resistido las medidas arbitrarias. La obispa anglicana que en su posesión le pidió misericordia a Trump con los inmigrantes por su derecho y el trabajo que hacen, representa la conciencia de esa nación. Ya lo dijo Sanders: “El cambio real nunca tiene lugar de arriba hacia abajo, sino cuando millones de personas se ponen de pie y luchan por la justicia”. Miles ya lo han hecho. (O)