Se viene la transición del petróleo a fuentes renovables de energía. La cumbre de Glasgow se puso como meta carbono cero en 2050, lo que significa reducir significativamente la quema de hidrocarburos. Los Gobiernos europeos toman medidas disuasivas contra sus empresas: no invertir en la búsqueda de hidrocarburos en África, no financiar el comercio internacional del petróleo amazónico. Se anuncia un arancel punitivo para exportaciones de países que no reduzcan su huella de carbono. En los EE. UU. no hay consenso para medidas de esa índole: los gobiernos demócratas, como el de Biden, acompañarán a Europa, pero los republicanos, como fueron los de Trump y George Bush hijo, estarán en contra.

Esta situación requiere que el Ecuador adopte una política astuta para salir bien librado, y la mantenga en el tiempo. Lo cual es complejo dado el bajo nivel de comprensión de estos temas de nuestra clase política.

El país debe moverse hacia la sustitución de combustibles fósiles en la generación de energía. El futuro llama a generar cada vez más hidroelectricidad, y a extender la red eléctrica para que en el campo y pueblos no haya que usar diésel o gas. Además, hay que dejar de subsidiar el consumo de combustibles. Pero la transición no va a ser tan rápida como anhelan sus adalides. El petróleo recién remplazó al carbón en el transporte naviero cuando en la Primera Guerra Mundial los cruceros a fuel oil demostraron tener más autonomía que aquellos a carbón. Y el carbón no ha desaparecido: en la reciente y repentina escasez de gas, China incrementó la generación con carbón. Hoy se consume más carbón que hace 60 años.

El presidente Biden toma medidas contra la industria petrolera de su país, entre ellas prohibir oleoductos, pero con la reciente alza de precios de la gasolina imploró a la OPEP y Rusia que bombeen más.

En este entorno adverso disminuye la inversión en exploración y no se remplaza el crudo producido. Mientras tanto, el consumo sigue creciendo aunque más lentamente. Los carros eléctricos son en gran medida de plástico, e igualmente los artefactos del mundo digital: teléfonos portátiles, computadoras y otros. Por consiguiente, durante la transición el petróleo escaseará, y los precios se mantendrán altos.

Se beneficiarán los países que sigan desarrollando sus reservas y que no dependan de las grandes empresas: Rusia, Arabia Saudita, otros del Golfo Pérsico. A los que se sumarían países que logren atraer a las empresas dispuestas a invertir: Colombia lo hace. Ecuador debe hacerlo. Las flamantes reformas incluidas en la ley tributaria mejoran las herramientas del Gobierno nacional para firmar contratos petroleros que estimulen la inversión para encontrar más reservas.

En la reciente conferencia de Petróleo y Minería no se hizo presente ninguna empresa petrolera conocida. Toca a las autoridades petroleras, y al presidente en última instancia, identificar y contactar a las empresas que pudieran estar interesadas de invertir en Ecuador. Y tratar de revertir la mala imagen, producto de la confiscación a Occidental, los conflictos con Perenco y Petrobras y la trucha sentencia de Lago Agrio contra Chevron. No será fácil. Pero hay que hacerlo, si se quiere sacar el crudo bajo tierra y hacerlo dinero antes que el consumo decline y baje el precio. (O)