En estos últimos días en el Palacio de la Medicina, hermoso edificio del centro histórico de México y uno de los predios de la Universidad Nacional Autónoma de ese país, UNAM, tuvo lugar un importante congreso internacional denominado “Universidades y problemas globales: compromisos, cambios y legados en el siglo XXI”, convocado por el Grupo de Cooperación Internacional de Universidades Brasileñas, GCUB, la Universidad Nacional Autónoma de México, la Unión de Universidades de América Latina y el Caribe, Udual, y la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior de México, Anuies. Entre los objetivos que se buscaron, además de fortalecer los ámbitos de intercambio y movilidad académica y científica, especialmente entre los dos grandes países de América Latina, Brasil y México, se trató sobre las diferentes formas de exclusión y la acción de la universidad frente a ellas.

En uno de los paneles, integrado por rectores de diversas universidades latinoamericanas, se abordó el combate al racismo, evidenciando que es una de las formas de exclusión históricamente presente en el mundo y cuya superación es lejana porque se mantiene en los diferentes países, adoptando formas que van desde el rechazo visceral a lo indígena y afro, hasta otras que, pese a un discurso que rechaza el racismo, restringen o impiden el acceso de esos grupos a las estructuras de toma de decisiones económicas, académicas o políticas.

... viniendo de diversos espacios sociales y siendo captados por las organizaciones políticas por sus perfiles de popularidad en diferentes ámbitos, buscan solamente sus intereses personales...

Los diferentes ponentes explicaron las acciones que realizan con instituciones y universidades para combatir el racismo, sosteniendo que la educación en general y la superior en especial son aún monoculturales porque dejan de lado lo ancestral, que cada vez más es relegado a roles de folclorismo, utilizado esencialmente con fines mercantiles y de discurso. Uno de ellos afirmó con datos que la educación superior está atravesada de prácticas racistas y que el enfoque contemporáneo privilegia otras reivindicaciones que luchan contra formas de exclusión que, siendo válidas, representan a segmentos específicos mucho menos numerosos. El panelista brasileño denunció el profundo racismo vigente en su país y habló de las acciones de su universidad para superarlo.

En ese contexto, mi reflexión personal, a posteriori, se enfocó en el rol que cumplen en Ecuador políticos indígenas y afros, comparado con el de muchos de otros partidos y concluyó que aquellos que representan los intereses de quienes son tradicionalmente excluidos por racismo –en la mayoría de los casos– tienen mayor coherencia con su discurso ideológico de búsqueda de mejoramiento de sus precarias condiciones de vida que muchos de los políticos de otros partidos que, viniendo de diversos espacios sociales y siendo captados por las organizaciones políticas por sus perfiles de popularidad en diferentes ámbitos, buscan solamente sus intereses personales y apuestan por esa opción que les ofrecen otros –tan venales como ellos– con el propósito de aprovechar de su posición de poder para beneficiarse a sí mismos, a sus relaciones cercanas y satisfacer sus pequeñas vanidades. Todos ellos son políticos… pero no son iguales. (O)