Le otorgué a través de mi voto la responsabilidad para hacer lo correcto, creo en su capacidad de ejecución, administración y cambio, pero temo que algo no se tome en cuenta y, por eso, me veo obligada a recordar un par de cosas antes de que usted llegue a Carondelet, solo porque me prometí a mí misma luchar desde donde corresponda para que este país deje de debernos tanto ya que la deuda es exorbitante.

La igualdad de género es una necesidad apremiante, y lo asevero porque es de esas realidades que son tan evidentes que indigna que sean la raíz y el statu quo, que se normalicen, generalicen y que nadie pase de llevarlas del papel y la promesa a la puesta en marcha de proyectos y acciones de forma permanente, inclusiva y transversal.

La realidad que vivimos las mujeres en el país es alarmante desde muchos aspectos y sepamos que nosotras somos más que las cifras desgarradoras de violencia sistemática. Y que el Gobierno juega un rol fundamental en plantear y ejecutar políticas públicas, establecer condiciones y tomar decisiones para y por las mujeres o, a su vez, en hacerse de la vista gorda frente a todas estas. Por ende, las políticas económicas y sociales de este nuevo gobierno deben estar orientadas a reducir estas brechas. No olvidemos que eliminarlas se traduce en la mejora de los indicadores de desarrollo para el país.

Urge resolver necesidades básicas de millones de mujeres y niñas del Ecuador y ustedes, a partir de ahora, un mes antes de asumir sus funciones, tienen en sus manos cambiar esta manipulada estructura económico-social para garantizarnos calidad de vida, ya que este es un discurso que lo hemos escuchado hasta el cansancio desde diferentes corrientes políticas y actores durante años y que queda casi siempre en meros discursos, análisis y estadística.

Si a estas necesidades insatisfechas le sumamos el abandono de grupos minoritarios por la ausencia de un Estado que respalde, promueva y materialice igualdad, se encontrarán con una única realidad innegable al gobernar: miles de mujeres en situación de pobreza, falta de cobertura de salud, violencia intrafamiliar permanente, educación nula o limitada, subempleo y desempleo, siendo en muchos casos cabezas de hogar; y, por ende, ¿qué proyección de futuro podemos tener?

Esta, como siempre, no es una tarea que la tenemos solo las mujeres, es una tarea que la tiene el Ecuador, la sociedad, la Academia, el Gobierno, los activistas, los gremios, los medios de comunicación, las redes.

Un cambio político no se hace sin un cambio social y, siendo el objetivo de todo gobierno coherente mejorar de forma integral las condiciones de vida de su población, debemos partir del verdadero diagnóstico a esta pandemia para encontrarle la cura, entender desde las calles qué nos hace falta a nivel cultural, educativo, laboral, jurídico y técnico, para hacer frente a esta persistente problemática. Llegamos siempre a la misma conclusión y espero que, más allá de un gabinete paritario, su equipo de trabajo siempre tenga como prioridad urgente en la agenda a las niñas y mujeres del Ecuador. (O)