La mayoría de los ecuatorianos, según los resultados electorales en segunda vuelta, acogieron la propuesta de construir un Ecuador del encuentro con base en el diálogo para evaluar las necesidades y posiciones de los sectores que componen el país. Es lógico y deseable que así ocurra. Solo quienes obtienen réditos con la desestabilización podrían estar en contra.

Sin embargo, no se puede aplicar la fórmula del acercamiento y el diálogo con quienes han rebasado toda norma de convivencia social y se dedican a causar daño de manera internacional, además con saña, contra la ciudadanía.

Señor presidente, considerar la intermediación de las iglesias para tratar de calmar los criminales ataques en las cárceles les confiere a las mafias un estatus inaceptable.

La pacificación de los centros de reclusión no debe ser prerrogativa de los reos, que por ley y por lógica deben estar sometidos y no ser sujetos con capacidad de imponer condiciones.

No de otra manera puede entenderse la presunta intermediación.

Tras su declaración de que “entre la disyuntiva de la fuerza y el diálogo, y la pacificación por la vía del diálogo con la intermediación de la Iglesia... y de grupos evangélicos, bueno me voy por el camino del diálogo y del acuerdo, pero el Estado no puede permitir ser sometido por ellos”, podría argumentarse que usted aclara que el Estado no se someterá.

Aunque se aceptara esa premisa, no es descartable que en la intermediación se haga una que otra concesión, de lo contrario no habría razón de darse el presunto diálogo.

Nada de lo que pudieran solicitar los capos, que se enmarque dentro de la ley, debería ser causa de negociación, pues el Estado está obligado a cumplir con ello. Si no lo ha hecho, es momento de enmendar, y para eso no se necesita la intermediación de las iglesias.

Ah, pero si las solicitudes de los jefes del crimen exceden lo reglamentario y se las concede –porque algo hay que darles para que acepten pacificarse–, entonces se les estaría entregando un capital que utilizarán cada vez que les apetezca.

El crimen organizado no pide permiso, corrompe o ataca. No respeta ley ni vidas humanas. Su objetivo es imponerse a como dé lugar para lograr descomunales ganancias que no se obtienen con negocios lícitos.

Cuando, en la guerra, dos ejércitos ven menguados sus recursos y se opta por negociar una tregua, la rendición o la paz de mutuo acuerdo, se está reconociendo igualdad.

Pues, no se les debe conferir a las mafias de criminales y narcotraficantes ese estatus porque continúan infringiendo la ley.

¿Qué mensaje se le estaría dando a la juventud y niñez con este proceder?

Las iglesias, católica y evangélica, podrían acceder para tratar de conseguir con bondad lo que el Estado no ha podido con sus recursos, pero ¿qué pasará cuando los capos vuelvan a enfrentarse entre ellos, entonces el Estado sí hará uso de la fuerza o volverá a negociar?

Encontrar una solución a la crisis carcelaria es un asunto complejo por la corrupción imperante, y no se verá facilitado al conferir a los capos un estatus que no merecen. Solo se habrá perdido tiempo. (O)