El Ejecutivo hace bien en señalar que detrás del paro existía una clara intención desestabilizadora. Desde el inicio muchos de los cabecillas de la revuelta sin tapujos anunciaron que su verdadera intención era “bajarse a Lasso”, es decir, ser los autores de un golpe de Estado. Igualmente, los diez puntos pedidos por Leonidas Iza estaban claramente diseñados para ser ambiguos, imposibles de cumplir, e incluso contradictorios, de tal modo que sin importar lo que haga el Gobierno puedan proveer una eterna excusa para continuar con la violencia. Las tácticas terroristas empleadas por muchos de los “manifestantes”, como envenenar el agua potable de Ambato, también denotaban el deseo de simplemente causar la mayor cantidad de daño a la población civil en vez de alcanzar una meta definida.

Un cambio de rumbo todavía es posible y quienes creemos en la democracia confiamos en ello. El país lo necesita.

Las encuestas realizadas por Cedatos el 23 de junio revelaban que el 81 % de los ecuatorianos quería que el paro acabe, 76 % no apoyaba las tácticas usadas por los manifestantes y solo el 33 % creía que sus pedidos eran justificados. A todas luces no estábamos ante una masiva revuelta popular, sino ante una minoría violenta, pero muy bien coordinada, cuyo claro objetivo era derrocar un gobierno democráticamente constituido.

Estas intenciones sediciosas quedaron confirmadas cuando los golpistas trataron de utilizar el caos que ellos mismos azuzaron para activar el artículo 130 de la Constitución y así destituir al presidente, esfuerzo que fracasó.

Sin embargo, es también innegable que detrás de esta crisis existía un genuino malestar social.

La aplastante mayoría de ecuatorianos repudió el paro, pero no deja de ser cierto que antes el Gobierno gozaba de solo 30 % de aprobación, número sorprendente considerando que pocos meses atrás este era del 74 %, uno de los números más altos de nuestra historia reciente. Algunos de los problemas detrás de esta estrepitosa caída no estaban en manos del Gobierno, como la inflación que afecta al mundo entero, pero otros son claramente imputables a la administración. El desabastecimiento de hospitales es un claro ejemplo: es inadmisible que en cualquier sociedad civilizada falten insumos médicos en las clínicas públicas. Igualmente, la ciudadanía clama acciones más radicales en materia de seguridad y lucha contra la delincuencia. Estos son reclamos legítimos que merecen una respuesta inmediata. Otros problemas fueron de naturaleza más ideológica. Mal hizo el Gobierno en distanciarse de movimientos de centro-izquierda como el feminismo, el ecologismo y los colectivos LGBTI, los cuales fueron instrumentales en asegurar su victoria en las urnas. Este Gobierno empezó como una coalición de movimientos de centro-derecha y centro-izquierda, un “Gobierno del encuentro”. Es menester que regrese a esas raíces.

En la política rara vez existen las segundas oportunidades. Sin embargo, Guillermo Lasso acaba de obtener una de ellas. El golpismo no prosperó y la abrumadora mayoría de ecuatorianos repudia la violencia. Un cambio de rumbo todavía es posible y quienes creemos en la democracia confiamos en ello. El país lo necesita. (O)