Alrededor del mundo, crece la preocupación por el incremento de enfermedades mentales en la infancia. En Estados Unidos se vive una verdadera crisis de problemas de salud en niños y jóvenes. Mientras que los niveles de actividad física han caído dramáticamente en los últimos años, hay más niños con asma, dolores de cabeza y migrañas, ansiedad, depresión, problemas de comportamiento, trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), problemas dentales y necesidades de cuidado especiales.

...el factor principal para que esto ocurra es que las familias están sumergidas en la pobreza.

En Ecuador no tenemos buenos datos, así que no debemos hacer suposiciones de que estemos peor, mejor o igual que hace unos años. Aun así, debemos preocuparnos porque una variable muy básica, la pobreza, tiene un impacto definitivo en la salud mental presente y futura de todos nosotros. Recientemente, un estudio en Brasil, que hizo seguimiento a 1.590 estudiantes de Porto Alegre y São Paulo desde 2010, demostró que los riesgos psiquiátricos de la pobreza trascienden hacia el inicio de la vida adulta.

La pobreza no se expresa simplemente en una falta de recursos. Según una de las investigadoras, Carolina Ziebold, cuando hay pobreza infantil, las niñas son obligadas a cuidar a sus hermanos tempranamente, y “esa sobrecarga las expone a más eventos estresantes, que aumentan las posibilidades de sufrir problemas mentales cuando llegan a la edad adulta”. Además, los llamados trastornos externalizantes, como el TDAH, tienen incidencia en el retraso y abandono escolar en mujeres.

En el caso de los hombres, los problemas externalizantes mostraron impactos negativos en el aprendizaje, el desarrollo social y el mercado laboral, lo cual prácticamente garantiza que se repita el ciclo de pobreza. En Brasil, las posibilidades de que un hijo replique el bajo nivel de escolaridad de sus padres es el doble que en Estados Unidos, y el factor principal para que esto ocurra es que las familias están sumergidas en la pobreza.

En Ecuador proliferan los discursos sobre la desintegración de la familia y la falta de valores, pero pocos aluden a una realidad innegable. En una situación económica crítica, la relación de pareja sufre, y mucho, y cuando esta se rompe, quienes más se afligen son los hijos. Y no está en los dos individuos que están tratando de sacar adelante a la familia, el lograr por cuenta propia que no les rebasen las necesidades de vivienda, comida, ropa, educación y salud en todos sus ámbitos.

Los países más avanzados del mundo mantienen políticas públicas organizadas para dar soportes sociales y monitorear sus efectos, en poblaciones necesitadas. No se sostienen del argumento de que eso hará “más vaga” a la gente que solo va a querer “vivir del Estado”, ni se inventan bonos temporales y mínimos que, como dijo Esteban Ortiz en Twitter el otro día, sirven para comprar una pantalla plana.

Un Estado verdaderamente eficiente dista mucho del que desinvierte en el área social a cuenta de crear un gran ahorro. El Estado ecuatoriano se está dedicando a despilfarrar oportunidades para prevenir problemas a futuro y en esto radicará uno de los grandes fracasos de la visión cortoplacista del Gobierno actual. (O)