El 14 de julio de 1789, los parisinos se tomaron la Bastilla, una antigua fortaleza convertida en un oscuro lugar de represión y reclusión. Las condiciones de subsistencia eran extremas en la Francia de esos días. Las malas cosechas, la inflación, la escasez de harina y de pan animaron a las masas a rebelarse y tomarse ese inexpugnable bastión del poder. Buscaban apoderarse de las armas y reservas de pólvora. De hecho, ese pronunciamiento dio origen a todo el proceso conocido como la Revolución francesa, que duró más de diez años y produjo la caída del régimen monárquico de esa nación.
Esa revolución marcó el fin de la Edad Moderna y el inicio de la Edad Contemporánea, al sentar las bases de las actuales democracias, en función del principio de representación, de que el poder se fundamenta en la soberanía popular expresada en las urnas. Se puso en vigencia la separación de los tres poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial, principio regulador de las democracias modernas, vigentes al día de hoy.
Dentro de esa nueva realidad, Ecuador se independizó y formuló su gobierno, incipiente en sus comienzos, afectado por el militarismo reinante hasta fines del siglo XIX, cuando las corrientes liberales dieron paso a un periodo de mayor estabilidad. La revolución de 1925 en Ecuador, epílogo del alzamiento de Guayaquil de noviembre 1922, se hizo eco de la necesidad de reformar e institucionalizar el país.
Como resultado de este movimiento vino al Ecuador la misión económica presidida por Edwin Kemmerer, profesor de la Universidad de Princeton. Su principal contribución fue la creación del Banco Central del Ecuador y las principales reformas que se implementaron durante los gobiernos posteriores, principalmente en el de Isidro Ayora, que procuró la prevalencia del sucre, nuestra moneda que permaneció vigente tres cuartas partes del siglo XX, que nos dio estabilidad y permitió el crecimiento hasta la última década, cuando se malogró todo, desembocando en una tremenda crisis que nos obligó a reemplazarla por el dólar.
La Revolución juliana dio paso a profundas reformas y modernización del manejo de la economía del país con el control centralizado de nuestra moneda y las reservas monetarias del país. Se dio inicio a la seguridad social y leyes que regulaban la relación entre obreros y patrones, unificados más tarde en el Código Laboral de 1938. Se crearon organismos fiscalizadores, como la Superintendencia de Bancos y Contraloría General del Estado.
Lamentablemente, los últimos gobiernos han sido sobrellevados por las ambiciones de los partidos dominantes en cada elección y el imperio de mayorías móviles que han querido imponer sus exigencias y liderazgos temporales, sin considerar prioridades u objetivos nacionales y la agenda país. Hemos cambiado veinte veces el régimen constitucional sin lograr hasta hoy institucionalizar realmente nuestra república.
La situación se complica por el nuevo componente que es el inmenso poder corruptor que tienen las redes del narcotráfico. Una verdadera revolución que nos libere de este terrible mal reclama el país hoy. (O)