¡Sí es posible!, aplicando lo que W. Cham Kim y Renée Mauborgne, profesores de la escuela de negocios Insead, llaman Estrategia del Océano Azul. Para ellos es posible transformar radicalmente la forma como se crea valor en cualquier industria, empresa y servicio público y obtener resultados brutales siguiendo tres pasos sencillos: primero, cuestionando la esencia de lo que se hace con base en preguntas desafiantes y proponiendo un paradigma distinto; segundo, plasmando la nueva idea en un gráfico llamado “curva de valor” a través de variables clave que caracterizan los productos y/o servicios; y, por último, realizando cuatro acciones sobre estas variables: eliminar, reducir, incrementar o crear. Así se eliminan las ineficiencias desproporcionadas y el uso de activos improductivos, liberando ingentes recursos que se redirigen a la elevación radical de valor.

En el libro Océanos azules, los autores explican claramente cómo el Gobierno de Malasia reinventó las cárceles, algunas de cuyas ideas las presento y resumo en esta columna.

El primer paso fue organizar una Cumbre de Estrategia Nacional de Océano Azul bajo el desafío de conseguir un gran impacto social con un bajo costo. Luego, se cambió el centro del valor de encarcelar y procurar un estricto entorno de seguridad a rehabilitar. Tradicionalmente, los funcionarios de prisiones eran los encargados de la rehabilitación, pero estos funcionarios eran expertos en alta seguridad y confinamiento, no en educación, formación, empleo y necesidades familiares. Entonces, en lugar de construir cárceles más caras o maximizar la ocupación de las existentes, se crearon en los terrenos desaprovechados de bases militares centros de reinserción comunitaria para delincuentes culpables de delitos leves; siendo esta una solución que podía ponerse en práctica rápidamente, a menor costo y separando a quienes cumplían penas por delitos leves de quienes eran considerados peligrosos.

Finalmente, los ministerios de Agricultura y Educación dejaron de trabajar en silos y se encargaron juntos de la rehabilitación brindando formación profesional de alta calidad en cría de peces y cultivos de alto rendimiento, cuyos productos podían venderse en mercados abiertos. Los internos ganaban y ahorraban dinero a través de la venta de sus productos. La formación no solo les enseñaba habilidades valiosas, sino que además mostraba a estos delincuentes menores una alternativa financiera a cometer delitos. Las visitas en las cárceles se reinventaron, en vez de ser de pocos minutos y sin contacto físico, los internos y sus parejas e hijos pueden abrazarse y jugar juntos en espacios abiertos. Como resultado de estos y otros cambios, las tasas de reinserción y rehabilitación aumentaron, los niveles de delincuencia bajaron, al tiempo que los costos de operación penitenciarios.

El Gobierno ecuatoriano podría tomar contacto con el Gobierno de Malasia para aprender y aplicar esa experiencia. Ellos lo hicieron, ¿por qué nosotros no? Pero no solo eso, podríamos abordar otros desafíos complejos con un nuevo enfoque: una estrategia de Océano Azul. Estando dispuestos a cuestionar las asunciones explícitas e implícitas y a superar las restricciones que han limitado las soluciones del pasado. (O)