He decidido adentrarme en este tema para entender los comportamientos humanos sobre el amor y el porqué como especie planteamos el emparejamiento para criar y formar vínculos. Siento que debemos darle la importancia que merece el dedicarle nuestro tiempo y energía a la fuerza motriz que nos mueve en un mundo en el que encontrar a la persona parece complejo. Por ello, he decidido aprender de Helen Fisher, antropóloga e investigadora estadounidense que ha estudiado el “amor romántico” desde la ciencia.

Las relaciones han cambiado mucho en las últimas décadas y esto es algo que no es novedad. El cortejo cambió y esto es gracias a la tecnología, pero el enamoramiento también evolucionó y pese a que los circuitos mentales que se activan cuando nos enamoramos no ha cambiado, es decir, somos idénticos en la parte neurológica, existe un giro y en esto el feminismo tiene un rol protagónico.

Lo que ha cambiado las relaciones a la fecha es la incorporación de las mujeres al mercado laboral y educativo. Hoy en cientos de países en el mundo, las mujeres reciben educación y muchas van a la universidad como meta mínima. Hasta hace 100 años, el único fin de las mujeres era tener un buen matrimonio e hijos, casándose a los 20 años. Hoy en día debemos ser conscientes incluso de que las relaciones no son únicamente hetero ni tampoco son únicamente matrimonios civiles y religiosos, ahora hablamos de uniones libres e, incluso, uniones del mismo sexo.

Helen llama a este nuevo proceso de enamoramiento el “amor lento”, ya que las mujeres son mucho más exigentes para encontrar una pareja y pretenden tener relaciones más conscientes. Existe ahora un mismo poder económico, familias con ingresos dobles y madres profesionales. Ponemos nuestras carreras en un primer lugar y nuestra media de edad es casarnos a los 30. Ahora prima la estabilidad personal y el cumplir metas y luego encontrar a quien comparta todo aquello con nosotras durante el proceso de crecimiento o al final del mismo.

‘Los jóvenes lo queremos todo y vamos a esperar a conseguirlo todo’. Para poder cumplir esto, existe un larguísimo período de precompromiso, desde conversaciones incómodas sobre metas en común hasta descubrir factores que únicamente se conocen en el diario convivir.

Fisher dice que antes el matrimonio era el inicio de una relación, ahora, por el contrario, es el último paso luego de amistad, citas, noviazgo, mudanza para convivir y comprobar que funciona, por último, comprometerse y si se decide, casarse.

El matrimonio no hace que las personas permanezcan juntas como tal, lo que necesitamos y debemos considerar en realidad es conseguir una verdadera estabilidad entre parejas para que incluso los niños puedan tener estabilidad, más allá de si un papel los une o no.

¿El secreto, según Fisher? Dejar el camino claro y las reglas establecidas. Lograr encontrar “deseo sexual, amor romántico y apego” en una misma persona, siendo conscientes de que no existen perfectos, que existe igualdad en todo sentido y que estar con alguien es una decisión no obligatoria e individual de todos los días. (O)