El Ecuador aparece de nuevo, por los sucesos recurrentes, como un país ingobernable. Resulta difícil tomar medidas aun cuando intenten corregir distorsiones en la parte económica y social como ha sucedido con la eliminación del subsidio al diésel, que por décadas ha beneficiado a ricos y al contrabando, el narcotráfico y la minería ilegal.

Más allá de los gobiernos circunstanciales de turno, hay acontecimientos que rebasan la lógica, sin razonamientos, y se anteponen la politiquería y la demagogia, manipulado por políticos y malos dirigentes que engañan a la gente para que se manifiesten y generen caos, como ya lo hicieron en el pasado reciente.

¿Acaso se olvidaron de los resultados de la violencia y destrucción que produjeron las manifestaciones de octubre 2019 y junio 2022 y que dejaron millonarias pérdidas y daños materiales innumerables, incluido a los sectores productivos del propio agro, en donde manipulan para levantarse contra el orden constituido?

Los hechos demuestran cómo el Ecuador vive a la deriva, en medio de la debilidad o inexistente institucionalidad, bloqueados por una nefasta Constitución del 2008, que es de derechos, casi sin obligaciones ni responsabilidades, y no de un Estado de derecho, y asediados por conspiradores, que aparecen periódicamente.

Lo más grave de todo es la coyuntura actual muy compleja, debido a que el país vive un conflicto armado interno y se combate a grupos de delincuencia organizada, que son transnacionales, el narcotráfico y la narcopolítica. A estos grupos, los conspiradores les hacen el juego, entre ellos los que añoran volver al poder luego de la década nefasta y corrupta de gobierno, aunque hoy estén divididos entre los máximos dirigentes que defienden al dictador de Venezuela y su cartel de los Soles y los otros que intentan marcar distancia. Conspiradores que se activan y reaparecen en la coyuntura por la eliminación del subsidio al diésel, que produjo el desperdicio de recursos del Estado. Estos no pueden otra vez buscar el caos y la destrucción y merecen respuestas del Estado con firmeza para garantizar el orden y evitar la comisión de delitos que deberá investigar la Fiscalía.

Conspiradores que siembran la incertidumbre en medio de la lamentable indiferencia ciudadana, la desesperanza y el futuro incierto de las familias, los hijos y los nietos, sin buenas perspectivas de un futuro promisorio. Conspiradores que siempre vivieron buscando espacios para visibilizarse y hacer presencia como tuvieron en el 2019 y el 2022.

Conspiradores que azuzan a mantener un Estado ineficiente, que otorgue servicios gratuitos aunque sean malos, que subsidie precios que en otros países, incluso con administraciones de izquierda, fueron eliminados y corrigieron distorsiones que perjudican a los más pobres.

Instituciones (como la Corte Constitucional) que no acompañan en las causas de buscar salidas a la crisis. En unos casos ha sido rigurosa en el control constitucional, con fallos destacados, pero no ha actuado de la misma manera en todos los procesos, con dictámenes que han sido cuestionados por su sesgo político e ideológico y la imposición subjetiva en la exigencia de excesivos requisitos. (O)