Diciembre de 1976. Emocionado estaba yo porque llegaba Navidad y el nacimiento de un hermano que supuestamente haría más feliz mi vida (presumo que esa mentira me dijo mi mamá en aquel entonces). A partir de esa fecha, cada 18 meses en promedio durante 9 años, llegaba una teórica nueva alegría al hogar que mi mamá, junto a mi papá, habían iniciado conmigo. Cada año que pasaba había que compartir más, los metros cuadrados que tenía MI cuarto se iban encogiendo, las delicias que usualmente había en la cocina iban decreciendo por la cantidad de comensales insaciables, las opciones de viajar eran menos y cuándo viajábamos era sumamente incómodo el carro con tanta gente. Lo anterior, sin mencionar la cantaleta de mamá repitiendo que tenía que disfrutar en familia.
Mi mamá dejó que viviéramos en un hogar lleno de machismo, donde tenía que cederle el puesto de la ventana del carro a mis hermanas, donde a ellas las trataban como princesas, sí, como en los cuentos. Llegaba mi mamá de “hacer compras” y escuchaba su voz melodiosa ordenando que vaya a sacar las cosas del carro. Refunfuñaba ¿por qué yo? Si faltaba algo, tenía que ir yo (porque era hombre) a la tienda. Si había que cargar algo pesado, tenía que hacerlo yo. ¡Qué detestable machismo! Imploraba por igualdad.
Lo que hubiera dado por nacer en esta época, donde todos somos iguales y libres, donde mi mamá pudiera haber optado por abortar a los otros 6 basada en que es su cuerpo y solo me hubiera tenido a mí. Donde ni siquiera hubiera mi mamá tenido que consultarle a mi papá si le parecía o no eliminar el embrión que luego bautizaron con el nombre de Santiago. Como quisiera no haber sido objeto de “bullying” cuando me preguntaban si en mi casa no teníamos televisión o cuando llegaba a una reunión y la gente que veía a mi mamá decía en voz baja “ahí viene Blanca Nieves y los siete enanitos”. ¿Por qué, por qué no abortaste mamá 6 veces? Hubiéramos sido felices, papá más tiempo en casa porque no hubiera tenido que trabajar tanto, tú más desocupada y flaca, con tiempo para ir al gimnasio, más viajes, me hubieran regalado un vehículo cero kilómetros cuando me gradué del colegio, etc. Cuánto perdimos mamá por haber nacido en la época y con ideas equivocadas. Lo peor, es que estoy seguro de que eres tan bobota de que si hubieras nacido en esta época tampoco hubieras abortado, tienes tan poca personalidad que crees en ese superfluo derecho a la vida. ¿Cuál derecho mamá? ¿No te diste cuenta en tu ignorancia que esas cosas no tenían derechos? Sabes, de ahora en adelante te voy a decir señora nada más y no mamá, porque nunca te preocupaste de lo que yo sentía cada vez que nacía un nuevo hermano. Te odio, y no creas que me voy a arrepentir de decírtelo, pues, me he guardado esto durante décadas, y me voy a desahogar.
Como te dejé claro anteriormente, me arruinaste la juventud y luego con tu dizque ejemplo me hiciste pensar que ser feliz era tener familia, tener hijos y de estúpido te creí. Repito, te odio. Voy a enviar tu foto a todos los grupos que están a favor del aborto para que te quemen. Que te pongan como ejemplo de lo que no hay que hacer en escuelas, colegios, universidades, etc., para que estudien tu estulticia y nunca, nunca repitan tu historia. Que jamás una mujer crea en este dizque derecho a la vida y que sean libres, libres para abortar, para botar eso que no tiene derecho alguno; y, que si en algún momento tienen un hijo no le amarguen la vida dándole hermanos. Podría seguir acusándote, pero el espacio es limitado. Te odia, tu hijo, Luis.
P.S.: Mamita, todo lo anterior es falso, lo dije en un arranque, luego de que un buen amigo “progre” casi me convence de odiarte. Tú sabes que te amo y admiro, al igual que amo a cada uno de mis hermanos e hijos. No sé qué haría si me faltara uno… Besos. (O)