Una denuncia más sobre violación sexual a una niña, de ¡12 años! Una más, porque esta se suma a los cientos de denuncias de abuso a menores que nunca reciben justicia en Ecuador. El hecho de que el acusado sea un asambleísta debe llamarnos a todos a la indignación y al cambio, porque habla de un sistema podrido hasta la médula, porque los partidos y movimientos políticos tienen absoluta responsabilidad institucional en todo esto. Si estos no pueden garantizar un escrutinio exhaustivo sobre los antecedentes y la reputación de las personas en sus listas de candidatos, no están listos para gobernar el país.
En este caso particular, ya deja de ser casualidad. Esto se suma a los múltiples casos de abuso encubiertos por la Revolución Ciudadana, entre ellos el de Aampetra, Glas Viejó. Y más recientemente Miriam Cuenca, Soledad Padilla y tantas otras que decidieron no denunciar para evitar la revictimización, el acoso y la violencia. Mientras haya impunidad política e institucional de quienes son promovidos para altos cargos del Estado, en sus tres ramas, las cabezas de los partidos y movimientos políticos seguirán minando la confianza que existe ya en el Gobierno y el sistema político en general.
Este último caso se vuelve particularmente perverso porque el asambleísta en cuestión estuvo empeñado en una propuesta para reformar la edad de consentimiento para una relación sexual, propuesta apoyada por diez de sus asambleístas —entre ellas una exministra de Justicia— que firmaron sin revisar (al menos eso dicen), ¡en un país donde cada año un promedio de 1.500 niñas menores de 14 años dan a luz! Pueden decir lo que quieran ahora, pero es doloroso que mujeres que saben lo que tienen vivir otras mujeres —desde la pubertad— presten sus firmas sin beneficio de inventario. Todo esto mientras mantienen traspapelados u olvidados proyectos para dotar de suficientes recursos al sistema de justicia y a las instituciones pertinentes para perseguir a abusadores sexuales con todo el peso de la ley, o para reducir al máximo las cifras de embarazos adolescentes. Todo lo demás es letra muerta, porque nunca podrán compensar el trauma que significa para una menor de edad una violación o abuso sexual. Todo lo demás es ruido y performance.
Performance porque indigna que el movimiento de mujeres haya luchado toda la vida por los derechos de las mujeres, la paridad o la equidad para que ustedes, las que ahora están en el poder, usen esos derechos solo para poner el reflector en sus espejos. O peor, jueguen a ser siempre las víctimas no de otros hombres, sino de otras mujeres. La deriva parece ser repetir las mismas prácticas que criticábamos en los hombres: la desvergüenza, la corrupción, la crudeza y sinsentido de los argumentos. Fue realmente penoso ver cómo la candidata presidencial finalista insulta a otros políticos y a sus propias colegas, pero no defiende a mujeres de su propia bancada. Y estamos viendo cómo la fiscal general de EE. UU. trata a toda costa de tapar el escándalo de pederastia de Jeffrey Epstein porque al parecer involucra a su presidente y líder, Donald Trump. Los mismos vicios en todo lugar.
La diversidad siempre es buena en todo caso, porque nos demuestra que al final del día los seres humanos nos comportamos de similar forma frente al poder. Solo los procesos de reflexión, permanente crítica y autocrítica, educación permanente y construcción de una ética a toda prueba a lo largo de años pueden hacer que esto cambie. El destino de miles de niños y niñas vulnerables está en juego. (O)