En este goteo de megavatios en que el estiaje y la inoperancia burocrática han sumido al sistema eléctrico nacional, recuerdo que hay algunos de ellos, 11 megavatios aproximadamente, allí en una de las partes altas del relleno sanitario de Las Iguanas, en Guayaquil, que no se están aprovechando plenamente por la falta de inversión y visión de quienes tenían que dar los pasos finales en ese proyecto, que logró avanzar por el impulso, en su momento, de la Corporación Andina de Fomento, la CAF.

Conocí el sitio donde se llevaba a cabo ese proyecto años atrás, justamente cuando la CAF vino a inspeccionar el avance de la obra, y su mentalizador, Gustavo Zúñiga, nos sirvió de guía. Ingeniero eléctrico graduado en Estados Unidos, y a cargo desde 1992 de algunas de las más importantes transformaciones que ha vivido la ciudad, el controversial Zúñiga notó que en el muy tecnificado relleno sanitario que habían ejecutado, había una producción de gas natural que bien podía convertirse en energía eléctrica si se lograba, entre otras cosas, una producción activa regular, permanente, sin sobresaltos. En lenguaje sencillo, la basura, que a diferencia de los botaderos aún existentes en muchas de nuestras ciudades, comenzó a ser cubierta por capas de tierra y al descomponerse produce gas, y este podía ser transformado en electrones, si se hubiese dado el paso final, de colocar generadores adecuados al final de la cadena. Así de esa basura que se recoge por miles de toneladas a diario en la urbe, podían rescatarse los nada despreciables 11 megavatios que de mucho servirían en las circunstancias actuales, en que a remiendos se está tratando de cubrir la demanda nacional.

Pero faltó voluntad política para ponerlo a andar plenamente, faltaron entendimientos entre cabildo y Gobierno y allí quedó, en buenas intenciones, mientras una importante parte de ese gas que surge de entre los desechos, debe ser quemado para evitar que contamine el ambiente. Una historia de desperdicios de recursos que se ha vuelto ya canción en Latinoamérica, muchas veces por las trabas que son expertos en colocar en el camino dicen querer que todo cambie, para que en realidad, nada cambie.

El país no podrá salir jamás de su cadena de crisis si todos los que somos parte de él anteponemos intereses individuales, públicos o privados, al interés colectivo, al bienestar social. Y por esa ambición individual, no logramos consolidar una identidad nacional que nos haga remontar con perseverancia y valor las adversidades.

Crisis como la de la energía eléctrica, que tiene semiparalizada la producción y en vilo a los emprendedores, no pueden solo tenernos de espectadores, sino que desde nuestras diferentes posiciones, hay que empujar a un mismo lado. Las razones políticas que han afectado iniciativas como la de sacar energía eléctrica de la basura, no deben quedar truncadas por trámites o desacuerdos de dignatarios que están de paso y que prefieren invertir en dádivas para sectores populares, en obras de relumbrón y hasta en crearse ellos mismos conflictos públicos, que rinden más si van acompañados de importantes inversiones publicitarias en redes sociales. (O)