No todo anda mal en el Ecuador. El último número de la prestigiosa revista médica Journal of Intensive Care incluye una importante investigación realizada en nuestro país por un equipo dirigido por dos especialistas jóvenes: el Dr. Manuel Jibaja, de la Universidad Internacional del Ecuador, y el Dr. Iván Sisa, de la Universidad San Francisco de Quito. Desde el comienzo de la pandemia de COVID, hace dos años, ellos se propusieron probar una hipótesis que solo podría concebirse en países como el nuestro: quizás las personas que viven en la altura desarrollan mecanismos de adaptación a la menor concentración de oxígeno, que les permitirían soportar mejor las infecciones pulmonares. Con esa idea, y con un grupo de jóvenes colaboradores, realizaron minuciosas y extensas observaciones en las unidades de cuidados intensivos de hospitales de la Sierra y de la Costa ecuatorianas, y pudieron determinar que, en el primer caso, los pacientes tenían —significativamente— mejores posibilidades de supervivencia y menores tiempos de hospitalización que en los hospitales de nuestro Litoral.

Hace dos años, ellos se propusieron probar una hipótesis que solo podría concebirse en países como el nuestro...

Esas diferencias no tienen que ver con la calidad de los hospitales ni de la atención recibida, porque son un efecto de adaptaciones fisiológicas a la altura, que quizás se transmiten genéticamente. La investigación es impecable, pasó las pruebas que exige la revista y acaba de ser publicada, como un aporte original al conocimiento médico. El esfuerzo de los investigadores es notable, considerando las limitaciones de nuestro medio, la falta de incentivos y equipos, las trabas burocráticas y el hecho de que nuestra presente realidad universitaria ha convertido al académico y al docente en un funcionario que debe perder el tiempo llenando papeles e informes. La iniciativa de Jibaja y Sisa ha obtenido su reconocimiento, no así la de otros investigadores médicos que existen acá, y que trabajan tiempo extra para conocer la realidad de nuestras enfermedades endémicas, como lo señaló Irene Torres en esta página hace pocos días: hay un grupo en la provincia de El Oro que mantiene vigilancia sobre las enfermedades infecciosas y que ha publicado sus resultados, sin ningún apoyo por parte del Estado ecuatoriano.

En general, tenemos una medicina de buen nivel, a pesar de nuestras carencias, y jamás habríamos necesitado la importación masiva de colegas cubanos por razones meramente políticas. Lo único que requerimos son recursos, decisiones y una organización eficiente que permita poner al alcance de todos los ecuatorianos una atención médica de calidad. Si la campaña de vacunación ha sido un logro importante de este Gobierno y de su ministra de Salud, ello no resulta suficiente.

No hay falta de conocimiento, de interés ni de esfuerzo por parte de todo el personal que labora en las instituciones de salud y en la práctica privada. Lo que frustra el deseo de curar y aliviar es la carencia de equipos, de medicamentos, de plazas con presupuesto, y sobre todo la corrupción endémica y la sucesiva apatía de algunas autoridades y funcionarios que se han limitado a enriquecerse y a gozar del poder. La Dra. Ximena Garzón tiene la palabra. (O)