“Entre banqueros no se pisan las chequeras”. Forzado parafraseo del dicho sobre los bomberos y sus mangueras. Un principio del superyó gremial que el banquero Guillermo Lasso siempre respetó celosamente, al que el presidente homónimo parece no sentirse obligado, a juzgar por sus recientes y reactivas denuncias contra el banquero Fidel Egas. Un acto que sería trascendente, excepto por el hecho de que impresiona como un impromptu, al que el aludido responde con el titular de un inteligente artículo del siempre agudo Roberto Aguilar: “Lasso necesita un Rabascall”. Una crítica a la política de (in)comunicación de este Gobierno, que recuerda la función que cumplía el atildado entrevistador y luego candidato, cuando le ponía los goles en bandeja al expresidente Rafael Correa en los canales incautados, siguiendo un libreto ensayado.

Como si esto no fuera suficiente, y acto seguido, el presidente Lasso se permite, en su diatriba contra el dueto Correa-Nebot, una crítica al exalcalde guayaquileño por “no tener los huevos” para asumir una candidatura presidencial en el Ecuador. Todo un exabrupto en boca del mandatario de un país, olvidando que, cuando se trata de “presumir huevos”, se desciende al nivel de intercambiar huevadas en lugar de argumentos con el contradictor. Una lastimosa sucesión de ladrillazos verbales, que quizás empezó con la sonada y supuesta denuncia del fraude tributario de Xavier Hervas, que no ha tenido ninguna consecuencia, o desde antes. Acusaciones que no trascienden más allá del escandalillo, y que probablemente apenas causan cosquillas a los aparentes acusados. Un síntoma político de la solitaria desazón que afecta al presidente Lasso en el ejercicio de uno de los oficios imposibles que mencionábamos aquí hace poco.

¿Será que el presidente necesita un Rabascall o una agüita de valeriana para su afección emocional? ¡Ni lo uno ni lo otro! Guillermo Lasso necesita recordar, o aprender, que sus interlocutores no son los Correa, Nebot, Egas, Hervas y compañía. Los interlocutores del presidente del Ecuador ni siquiera somos los privilegiados que disponemos de una columna de opinión, un micrófono o una cámara de televisión, porque a veces estamos tomados por la mera coyuntura. Los verdaderos interlocutores del presidente de este país deberían ser los ciudadanos comunes, la gente que hace cola en los hospitales, los jóvenes desempleados, los que van en bus o en trole, los obreros, estudiantes y campesinos, los vendedores de baratijas, los tenderos, los niños y adolescentes abusados, los cultivadores, productores y exportadores desesperados, las amas de casa que multiplican panes y peces con cinco dólares diarios, los profesores pobres, las adolescentes embarazadas… y toda la gente que no tiene voz ni palabra en este país.

No es lo mismo sacudirse que agarrarse con los ricos y famosos del Ecuador, sobre todo si no se es tan plazuela en esas lides como ellos lo son. Sacudirse es emitir y mantener una palabra verdadera, ser coherente con un estilo y sobre todo con un deseo, y tener la firmeza para sostenerlo hasta las últimas consecuencias ¿Por dónde va su deseo, presidente Lasso? (O)