Si viviera, “el mayor escritor mexicano nacido en Chile”, Roberto Bolaño, habría cumplido 70 años y nos habría regalado infinidad de obras nuevas, más allá de 2666, que quedó inédita cuando murió en 2003. Confieso que he llegado tarde a este autor enorme; y, apabullada por la desmesura de la novela cuyo nombre utilizo en esta columna, trato de entender las razones de su trascendencia. Que haya entrado con vigor en la literatura universal a partir de su traducción al inglés es un síntoma de que el mundo tiene una lengua franca que no podemos rebatir, y hoy, a los 35 años de su publicación, ya está en 40 idiomas.