En este Ecuador tan convulsionado, con emociones entremezcladas y una sociedad que a ratos olvida su rol, es fácil perder la perspectiva y dejarse llevar por las tendencias de las redes sociales o la novelería de turno, implantada en los cerebros débiles de las élites, sobre todo ahora que cualquiera es estratega político, experto en seguridad, constitucionalista o internacionalista.

De allí que, en estas circunstancias, es muy complicado tener un debate serio sobre la hoja de ruta del Ecuador. Y es que vivimos de incendio en incendio; apagándolos y no tomando las acciones necesarias para evitar que existan en el futuro.

Consultas populares, muerte cruzada, elecciones, destituciones, siempre preocupados de la coyuntura, enganchados en discutir a gritos, en defender al redentor de turno y atacar con furia al belcebú de la ocasión. Así estamos: ángeles o demonios. Acá no existen mortales con virtudes o defectos. Así nos tienen.

En esta columna, que en 2025 cumple 20 años, siempre hemos dicho lo que genuinamente pensamos. Y lo hemos hecho a pesar de los riesgos que en una sociedad insegura, en todo sentido, como esta representa salirse del “molde”. Así lo hicimos cuando Lucio Gutiérrez mutiló la Ley Orgánica de Transparencia y Acceso a la Información Pública, cuando Rafael Correa se tomó todos los poderes del Estado y persiguió a la prensa independiente o cuando el titular de la Federación Ecuatoriana de Fútbol (quien más tarde terminó sentenciado por un delito transnacional) decía que no debía rendir cuentas a nadie, por mencionar unos cuantos casos.

Y por ello, desde esta columna vamos a abanderar y apoyar la convocatoria a una asamblea constituyente que resetee la institucionalidad del país, y desde allí podamos construir una nueva historia.

He leído y escuchado a respetables analistas sobre el riesgo de una constituyente; que toma demasiado tiempo, que hay riesgos, que hay temas más urgentes, que se pueden hacer reformas a la Constitución sin necesidad de una constituyente, etc. Y a todos ellos les pregunto: ¿en qué obstruye un proceso constituyente al Gobierno y las fuerzas del orden para que combatan la criminalidad que domina el país y nos devuelvan la paz que hemos perdido? ¿Qué tiene que ver un proceso constituyente con poner a funcionar el sistema público de salud? Solo dos ejemplos. Pudieran ser diez o más.

Entonces, una constituyente no tiene por qué paralizar al Gobierno y ni al Legislativo, ni a los organismos de control, ni al sector privado.

Estamos atrapados por una Constitución que nos marca hasta las discusiones diarias; por qué el IESS está cómo está, por qué su plata la maneja el ministro de Finanzas; por qué ni el CPCCS ni el CNJ deben existir. Por qué el CNE financia y controla la publicidad de los partidos políticos; por qué la banca y los grandes medios de comunicación no se pueden abrir a capitales que los potencien y con ello mejoren sus servicios y productos. Y la lista es larga.

Daniel Noboa tiene la oportunidad histórica de regresarnos el Ecuador que perdimos en 2008. De marcar el inicio de una nueva ruta hacia el progreso. Seguiremos comentando. (O)