Lo de Chile: el amplio triunfo de José Antonio Kast, un insigne derechista, sobre la candidata comunista, nos ha puesto a pensar, y a algunos personajes de la izquierda, les ha puesto a insultar, lo que revela que el fanatismo está a flor de piel y se activa al impulso de cualquier contratiempo histórico.

Contratiempos históricos: el desastre de Cuba, el vergonzante gobierno de Daniel Ortega en Nicaragua, la quiebra de la Venezuela de Nicolás Maduro, la calamitosa situación de Bolivia, el penoso régimen de Gustavo Petro en Colombia, los disparatados discursos de la presidenta de México, Claudia Sheinbaum.

La tesis fundamental era que el socialismo traería la felicidad, que la justicia y la paz llegarían con los caudillos de esa tendencia, que las “maldades” de la libertad burguesa serían abolidas para siempre, que la democracia serviría para llegar al poder y quedarse, que el pueblo iba a votar invariablemente por la izquierda, que el liberalismo era mala palabra, que el conservadorismo era veneno, que la verdad estaba alojada en los discursos de Hugo Chávez, Rafael Correa y Lula da Silva, en los larguísimos de Fidel Castro y en los circenses de Andrés Manuel López Obrador. Que las objeciones a semejantes dogmas provenían de herejes. Que lo políticamente correcto era hablar en la línea y según el estilo de los inefables redentores de las izquierdas.

El triunfo del derechista chileno, como lo fueron el de Javier Milei, como lo fue el Premio Nobel a María Corina Machado y los episodios que le rodearon, y la derrota de Evo Morales en Bolivia y, pese al transcurso del tiempo transcurrido, el Nobel de Literatura a Mario Vargas Llosa, constituyen reveses importantes que nos ponen a pensar, más allá de la coyuntura, en la idoneidad política, intelectual y moral del comunismo y sus parientes, en el hecho de que la gente vota también por la derecha, que la literatura y las artes no son de propiedad de sabios que no creen en la libertad, que la democracia liberal puede edificar transitorios íconos de la izquierda, y también afianzar en el poder a gente de derecha.

Los reveses son parte de la historia, y son lecciones de que los dogmas pueden ser barridos del escenario político y cultural, cuando los hechos y las percepciones de la gente ponen en entredicho a los hipotéticos gestores de la felicidad colectiva. La historia tiene sus baches, sus riesgos e incómodas verdades, de las que deben aprender los revolucionarios y los ideólogos, los de la izquierda y de la derecha, los comunistas y los libertarios. Todos, sin excepción.

Les corresponde ahora, a los revolucionarios, asumir que la democracia los ha descalificado, que el poder no debe servir para afianzar sus tesis, ni para lesionar las libertades, ni para consolidar dinastías. Que el poder es para servir, respetar, tolerar y actuar conforme a las reglas de la civilización.

Al presidente de Chile le corresponde, por su parte, interpretar su mandado como un gran desafío para demostrar a su país, y al mundo, que la libertad es un ingrediente de la justicia, que la democracia es mucho más que una elección, y que su reto es hacer del suyo un gobierno ejemplar, honorable y respetuoso. (O)