Los Estados Unidos se precian de haber nacido como una república, en la cual sus líderes son electos democráticamente. No obstante, cada vez más hay limitaciones al carácter democrático de la nación.

A la fecha, los más de 714.000 ciudadanos que viven en Washington DC no pueden votar para miembros del Congreso...

Al inicio únicamente podían votar los hombres blancos que tuvieran propiedades, un 6 % de la población. No podían votar mujeres ni personas de otras razas o etnias.

Gradualmente, el derecho al voto se fue extendiendo: a algunos negros, a personas de raza mixta, y, eventualmente, en 1920, a las mujeres. Los indígenas fueron considerados ciudadanos a partir de 1924, aunque hasta 1948 algunos Estados seguían excluyéndolos.

Pese a que los negros tenían el derecho a votar, en muchos Estados del Sur se continuó con ciertas costumbres que en la práctica los excluían. Estas formas de discriminar fueron abolidas por la Ley del Derecho al Voto adoptada en 1965. En 2013, no obstante, la Corte Suprema eliminó la obligatoriedad de observar dicha Ley.

A la fecha, los más de 714.000 ciudadanos que viven en Washington DC no pueden votar para miembros del Congreso; y los 3,5 millones de puertorriqueños, pese a ser ciudadanos de EE. UU., no pueden votar ni por el Presidente ni por el Congreso.

Hay otras normas que conllevan resultados antidemocráticos. Se asigna dos senadores a cada estado. De esta manera, California, con 40 millones de personas, tiene la misma representación en el Senado que Wyoming, con 580.000.

A su vez, esto afecta al Colegio Electoral. Recuérdese que en EE. UU. no gana la Presidencia el que tiene más votos, sino el que obtenga el mayor número de electores del Colegio Electoral, que está compuesto por la suma del número de senadores y representantes. Así, Wyoming tiene 3 electores, mientras que California tiene 54 (18 veces el número de electores, 69 veces la población).

Hay una norma en el Senado que requiere que para suspender el debate de una ley se requiere 60 de los 100 senadores. Esta norma se llama el “filibuster”, palabra derivada del filibusterismo. Esto resulta en una práctica aún más antidemocrática, mediante la cual los 50 senadores Demócratas (con el voto dirimente de la Vicepresidenta Harris), que de hecho representan a 41 millones de personas más que los Republicanos, no pueden aprobar leyes.

En el caso de la Cámara de Representantes, que debería ser más democrática, los Republicanos han introducido distorsiones en la asignación de escaños, que resulta que en algunos Estados en los cuales la votación es muy pareja (como Wisconsin, Pennsylvania, Ohio, Texas o Carolina del Norte), cerca del 75 % de los escaños van a los Republicanos.

La distorsión también se revela en el hecho de que los Demócratas han ganado el voto popular en 7 de las últimas 8 elecciones. No obstante, 6 de los 9 jueces de la Corte Suprema fueron nominados por presidentes Republicanos. En marzo 2016 (8 meses antes de las elecciones), el Presidente Obama nominó a Merrick Garland para la Corte Suprema; pero el líder Republicano del Senado, McConnell, se rehusó a dar paso a su confirmación.

No obstante, en 2020, cuando falleció Ruth Bader Ginsburg, Trump logró nominar a Amy Coney Barrett para reemplazarle, faltando apenas 38 días para las elecciones. (O)