Byung-Chul Han se ha convertido en un genial cuestionador de esa levedad, denunciada décadas atrás por Milan Kundera, y que tanto controla y gobierna nuestra sociedad presente.

El año pasado, Han lanzó un libro titulado Las no-cosas. En él se abordan las diferentes expresiones de la inmaterialidad que caracteriza nuestros días. Las criptomonedas y los NFT son ejemplos emblemáticos de lo que Han considera “no-cosas”. Me resulta inevitable cuestionar si dicha desmaterialización está sucediendo también en el mundo de la arquitectura.

No resulta difícil encontrar condiciones similares a las no-cosas en la arquitectura; luego que la esta pasara de ser un servicio a un producto. Eso coincide con otro factor relevante: el dramático aumento de la población mundial, que en nuestro país ha significado un dramático incremento de habitantes.

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En dichas circunstancias, el estilo de vida suburbano de la posguerra queda caduco y obsoleto, pues exige muchas infraestructuras en áreas de bajísima densidad poblacional. Queda entonces relegado a las clases más pudientes, que miden su privacidad en metros cuadrados. Están también los proyectos suburbanos para la clase media, compuestos por unidades habitacionales unifamiliares, que –en su gran mayoría– se convierten en la caricatura de una casa; en casitas wanna be.

Es entonces cuando toma relevancia el desarrollo de proyectos de vivienda colectiva. Sin embargo, el giro de la arquitectura como producto no se puede basar solamente en una aspiración de bienestar para muchos. La unidad habitacional debe ser convertida en un “objeto de deseo”, al tiempo que se aminoren los costos constructivos y se aumente el mercado consumidor. En ese tipo de proyectos, se resalta el valor de la fachada y se sacrifica la calidad de los interiores. Mientras más extravagancia haya en las áreas comunales y en el look edilicio, más atractivo resulta para el cliente. No se puede cuestionar que la mejora y diversificación de los espacios compartidos es algo positivo, siempre y cuando la sostenibilidad y el mantenimiento de estos estén previstos. El problema puede aparecer cuando la reducción de costos termine atrofiando a las unidades habitacionales, empujando a sus habitantes a un preocupante nivel de hacinamiento.

La casa-caricatura y los departamentos minúsculos contenidos detrás de fachadas extravagantes son las no-casas más relevantes en el mercado nacional.

El paradigma se completa cuando nos percatamos de que tampoco podemos regresar a los modelos habitacionales del pasado. ¿Qué alternativas tenemos?

Existen estudios interesantes que cuestionan la idea convencional de la vivienda; especialmente los componentes de esta. Una tendencia que está tomando fuerza en otras partes del mundo es el co-housing; basado en la idea de compartir áreas comunes y de servicios. Esto hace que las unidades habitacionales se agrupen en salas, comedores o cocinas compartidas.

La vivienda como concepto muta permanentemente. En estos tiempos, sus mutaciones se aceleran más y más. (O)