La cabellera de Berenice es una elegía, subgénero de la poesía lírica, que designa a todo poema de lamento. —Se considera elegía al poema compuesto en el metro elegíaco, que alterna un verso hexámetro y otro pentámetro—. Es un tema sobre Berenice II, (269 - 221 a. C.), mujer de Ptolomeo III Evergetes, tercer faraón de la Dinastía Ptolemaica, la cual había ofrecido su hermosa cabellera a Venus si su marido regresaba vivo y vencedor de la lucha contra el rey Seleuco II de Siria.

Cuando regresó Ptolomeo III, Berenice cumplió su promesa. Al día siguiente de depositar los cabellos en el templo, estos desaparecieron. La desesperación y furor por el hecho del hurto fue muy grande, pero llegó el astrónomo Conon de Samos a tranquilizarlos. Mostró a los reyes una nueva constelación de siete estrellas y les dijo que acababa de aparecer en el firmamento y que, sin duda, se trataba de la cabellera de Berenice, que había sido transportada por la misma Afrodita.

El creador del poema fue Calímaco de Cirene (310 – 240 a. C.), poeta griego, situado dentro del helenismo como uno de sus máximos exponentes.

Recibió de Ptolomeo II Filadelfo —segundo faraón de la dinastía ptolemaica— el encargo de ordenar la Biblioteca de Alejandría, oficio que ejerció hasta su muerte.

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Tenía una especial visión de la literatura. Consideraba a Homero como inimitable. Su escuela era antiaristotélica al rechazar la unidad, la perfección y la extensión.

Calímaco inmortaliza a la reina Berenice y su magnífica cabellera con esta elegía.

En el poema, además, existe un catasterismo, donde un personaje de la mitología griega se transforma en una constelación o estrella.

Conon de Samos llamó Cabellera de Berenice a esta nueva constelación y después dibujó una larga melena de estrellas en el globo celeste del Museo de Alejandría.

Esta influencia grecolatina marca profundamente a Darío. En el cuento La Resurrección de la Rosa hay un catasterismo semejante. El ángel de la muerte, Azrael, fulmina a la Rosa con su mirada. El dueño ruega a Dios que le devuelva la vida: —“Azrael, deja vivir esa rosa. […] La rosa recobró el encanto de la vida. Y ese día, un astrónomo vio desde su observatorio que se apagaba una estrella en el cielo”.

Las literaturas europeas intentaron imitar la métrica con la estructura del hexámetro grecolatino. En el contexto de la métrica antigua, según J. Luque Moreno, cuando se habla del hexámetro se está aludiendo al hexámetro dactílico o verso heroico. Un dáctilo del (latín dactylus y del griego dedo), en la métrica grecolatina es un pie compuesto por una sílaba larga seguida de dos breves.

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Empleado en la Ilíada y la Odisea de Homero y en la poesía religiosa de los oráculos.

Darío compuso un famoso hexámetro holodactílico (consta solo de dáctilos, salvo el pie al final.) en su poema Salutación del Optimista: “Ínclitas razas ubérrimas, sangre de /Hispania fecunda”.

En la introducción a la obra Cantos de vida y esperanza, manifiesta Rubén: “(…) había explorado no solamente el campo de poéticas extranjeras, sino también los cancioneros antiguos, la obra ya completa, ya fragmentaria de los primitivos de la poesía española, (…)”.

A estos estudios le había agregado su carácter cosmopolita y modernista mezclado con la idiosincrasia americana calentada a sol de trópico y española, como el lo dijera: “Español de América y americano de España, canté, eligiendo como instrumento al hexámetro griego y latino, (…)”.

“Elegí el hexámetro por ser de tradición grecolatina y porque yo creo, después de haber estudiado el asunto, que en nuestro idioma, “malgre” la opinión de tantos catedráticos, hay sílabas largas y breves, y que lo que ha faltado es un análisis más hondo y musical de nuestra prosodia”.

Calímaco se opuso a la narrativa extensa, propia de la épica de la era helenista y eligió la poesía breve utilizando entre ello el hexámetro grecolatino como andadura métrica.

Darío adapta los ritmos de la literatura clásica (grecorromanas) a la lírica hispánica y renueva la métrica castellana dando flexibilidad y musicalidad a nuestro idioma.

Y, como Calímaco dijera de Homero, agregaría que Darío es uno más de los inimitables. (O)