En el artículo ‘Suerte o tripa’ de septiembre del 2021 se insinuaba la posibilidad de consulta popular o muerte cruzada, como soluciones viables a la pugna de poderes que entrampaba la ejecución del plan de gobierno del presidente Guillermo Lasso y su promesa de empezar a arreglar la compleja situación económica, sanitaria, de seguridad social y desempleo nacional desde “…los primeros 100 minutos de su mandato”. Pero sus proyectos de ley clave son cuestionados, rechazados, archivados por la Asamblea, acusados de ir contra intereses de los trabajadores. Y el presidente Lasso veta reformas o proyectos de ley aprobados por el Legislativo. El perjudicado es el pueblo más angustiado.

Rencillas políticas, alianzas a conveniencia partidistas y relaciones de bloques tensas, impiden sacar al país del estancamiento. El conflicto Rusia-Ucrania complica más el panorama. Se afecta el mercado; bajan las exportaciones; se frena la producción; aumenta la crisis, el desempleo, la inseguridad. Los productores reclaman mejoras; sube el precio de la gasolina y la canasta básica familiar; las organizaciones sociales amenazan con paralizaciones; los pensionados reclaman sus haberes. Un Ejecutivo dubitativo busca generar pactos para sintonizar con una Asamblea arisca, decapitada, sin brújula. Quizá, arrepentido de su primera jugada política en dicho organismo, venda su “alma” al mejor postor para corregir su error.

El “¡ya que chu…!” popular indignado, capitalizado por el entonces candidato Lasso, eligió nuevos representantes. Muchos ciudadanos esperaban un accionar distinto a los salientes; pero persiste la desilusión. Se agradece la efectividad de la vacunación por parte del Gobierno, pero no puede conformarse con ese logro. Requiere encontrar el mecanismo constitucional para –pese a las contingencias– tratar de cumplir lo prometido. Previo a las elecciones, diversas voces advertían la urgencia de un acuerdo nacional que permitiera la gobernabilidad. Desde mayo pasado los actores políticos y los movimientos gremiales y sociales debieron concretarlo –sin impunidad– en beneficio de la patria; pero prevalecen intereses mezquinos, incompetencia, corruptelas acostumbradas.

La renuncia a la curul y mea culpa de asambleístas, incluso algunos solicitando muerte cruzada, es decidor. Asimismo, muchos votantes esperaban un Lasso de mayor decisión, más ejecutivo; pero notan similitud con su antecesor. Le ha tocado un escenario complejo, es cierto, pero ahí debe aflorar su capacidad de dirección, de estratega intrépido para superar los obstáculos. “Los diez años de preparación para gobernar” no son visibles; varios funcionarios no han estado a la altura de los desafíos actuales, el discurso no se conecta con la calle y alimenta el “estábamos mejor con…”.

La consulta popular entre el descontento y baja aprobación por la esperanza traicionada podría ser un suicidio político ante un voto en contra. Posiblemente la muerte cruzada haya sido el mejor consejo de la exministra de Gobierno Alexandra Vela, para buscar una salida a la encrucijada; aunque esta podría mandar también al presidente a casa más temprano y sin muchas promesas materializadas. (O)