Más allá de un proceso electoral polarizado y hasta denigrante, que ha generado incertidumbre, subsiste una interrogante: cuándo se restituye la confianza que se ha perdido. Queda un país más dividido, gracias al odio y la confrontación que una parte de la clase dirigente, de manera irresponsable, ha sembrado en la disputa política por el poder y que ha abierto profundas fisuras hasta en las familias, casi insalvables por las ambiciones puestas en juego.