Gary Lineker, el legendario y letal número 9 de la selección inglesa, años más tarde, se convirtió en comentarista y luego anchor de la cadena televisiva BBC, y particularmente del programa Match of the Day, una suerte de ritual semanal de los millones de fanáticos del fútbol inglés.

La BBC, probablemente la institución periodística más prestigiosa del mundo por sus niveles de rigurosidad, independencia y profundidad, tiene políticas muy rígidas para sus periodistas, basadas en el concepto de que quienes se dedican a cubrir o comentar sobre temas políticos, por ejemplo, no podían hacer públicos comentarios en sus cuentas personales de redes sociales, relacionados con los temas que son materia de su día a día laboral.

Excepción a dicha política era el caso de los periodistas deportivos, comentando en sus cuentas personales sobre temas ajenos a su cobertura, como por ejemplo sobre temas políticos.

La BBC en 2016 y 2018 defendió a Lineker, muy activo en redes sociales y conocido crítico del Partido Conservador inglés, precisamente sobre la base de ser un freelancer y a que ello no se contrapone con su trabajo en BBC, que es ajeno a la esfera política.

Sin embargo, a raíz de esta incomodidad, la BBC incorporó una nueva cláusula en sus manuales, denominada la “cláusula Lineker”, según la cual, independientemente del ámbito al que se dedique el periodista, cuando tiene un alto perfil, está obligado a tener una responsabilidad especial y limitaciones en la divulgación de sus opiniones personales.

Hace pocos días Lineker criticó duramente en su cuenta de Twitter un reciente cambio en la política migratoria del Gobierno conservador.

Ese comentario generó, en aplicación de la cláusula Lineker, su suspensión en el canal BBC y en el programa Match of the Day, lo cual generó un escándalo de grandes dimensiones entre los suscriptores de la BBC, políticos de oposición y defensores de derechos humanos; los primeros exigían a Lineker de regreso, amparados en el derecho de pagar por ver televisión de calidad; los segundos, acusando a la BBC de tener raíces conservadoras y de alinearse con el Gobierno; y los terceros, considerando la decisión como lesiva del derecho de libertad de expresión de Lineker.

Lineker se mantuvo activo en Twitter y firme en su posición de no ceder. Al final, la presión general terminó doblando el brazo del director general de la BBC, quien, finalmente, reincorporó a Lineker al programa, se disculpó con su staff periodístico e incluso se comprometió a revisar sus políticas para que este tipo de sucesos no se repita.

He citado este caso para graficar cómo en el primer mundo el periodismo tiene códigos y el impacto que estos tienen, a su vez, en las audiencias y en general en la sociedad, a diferencia de nuestro país, en donde algunos periodistas no tienen el menor rubor en descargar su opinión personal en redes sociales, en muchos casos hasta virulenta, sobre temas directamente vinculados a su labor periodística, que se supone debiera ser imparcial y objetiva.

No hay duda de que nos falta mucho para progresar como sociedad. (O)