No hay que confundir estos dos términos. Los independentistas buscaron, y buscan en los casos que aún existen de situaciones coloniales, la independencia política de sus países, es decir que puedan gobernarse sin dirección ni injerencia de un poder extranjero. Los liberales también buscan eso, con precisión, la libre determinación de los pueblos. Esto conlleva ser republicanos, es decir que sea la expresión de la mayoría la que decida el destino de cada comunidad. No estarán los liberales por una independencia que signifique la tiranía de una dictadura “nacional” y “soberana”, sino por la creación de una república. Y van más allá: buscan libertad económica y respeto a sus opciones personales.

En todos los procesos de independencia latinoamericanos triunfaron los independentistas, salvo en Cuba y en Puerto Rico. Se crearon nuevos Estados, pero estas entidades se pueden calificar de repúblicas solo parcialmente. Todavía las dictaduras tienen una fuerte vigencia en el subcontinente. Y en relación con la libertad económica no se ha desmontado el opresivo sistema colonial. No se ha inaugurado el capitalismo liberal, que además de ser el sistema más coherente con las otras libertades es factor clave de progreso y bienestar. Así permanecemos encadenados, atrasados y pobres.

Pero ya en los días de las independencias hubo pensadores y activistas que desarrollaron las ideas liberales. Muchos de ellos han sido sospechosamente silenciados, lo que no sorprende, pues en su tiempo fueron tachados de locos y aun de delincuentes por “libertadores” que no entendieron o no quisieron entender la integridad del liberalismo. Sobreponiéndose a este silencio, la economista e historiadora ecuatoriana Gabriela Calderón de Burgos, destacada columnista de esta página, ha iniciado estudios sobre la vida, la obra y el pensamiento de los libertadores liberales. Nos entrega los resultados de esta fase de sus investigaciones en el volumen titulado En busca de la libertad. Allí analiza la trayectoria de diez próceres que se adelantaron a señalar la ruta liberal, la cual llevó en los siglos XVIII y XIX a Europa y Norteamérica a constituirse en lo que se llama “el primer mundo”, y a los países de Asia oriental a alcanzarlos en los últimos 80 años.

Los incluidos son los argentinos Juan Hipólito Vieytes y Manuel Belgrano; los venezolanos Francisco de Miranda y Juan Germán Roscio; el peruano Juan Pablo Viscardo y Guzmán; los ecuatorianos José Joaquín de Olmedo y Vicente Rocafuerte; los mexicanos Lorenzo de Zavala y José María Luis Mora; y el colombiano José Ignacio de Pombo y Ante. Cada uno de ellos hizo un significativo aporte doctrinario, parcialmente registrado en textos, pero sobre todo plasmado en sus vidas. Algunas de estas narraciones, expuestas con el ágil estilo de Gabriela Calderón, constituyen verdaderas novelas de aventuras. El destierro, la muerte y el olvido fue el corolario de las luchas y desvelos de estos prohombres. Sus historias no tuvieron final feliz, como no lo ha tenido Iberoamérica. Pero este estudio pionero nos reta a buscar nuestras raíces liberales: ¿qué hubo antes y qué hubo después? Solo entendiéndonos mejor podremos intentar el futuro. (O)