Hija del río y dos caciques, iluminaste la libertad con el ámbar de las perlas, enclave del pacífico, fuiste urbe, incendio y defensa; libertadora incansable. Tus cañones se levantaron imponentes cuando tus orillas sangraban. Has sido luz, camino, belleza y refugio.

Desde las entrañas de la tierra, escuché la voz de los andes: flujos ígneos refulgentes que rasgaban las noches sin luna, con manos de intemperie, dibujaron un nuevo mapa y trazaron tu orilla. Hija de volcanes y del fuego que hasta hoy arde, en las pupilas de tus hijos. Ni el fuego te detuvo, porque tú misma eres brasa viva. Tú que destruiste imperios, generosa, nos regalaste, lo más preciado. Hoy, Ecuador se rinde ante ti, agradecido por su libertad.

Cuna de pensadores, hombres de temple y de acero. Indómitos, indescifrables, con puños de hierro levantados hacia el cosmos y rugidos que aun retumban en el golfo, levantaron su carácter y transformaron un paraíso natural en un crisol de la nacionalidad. Tus aguas transportaron nuestros sueños y tejieron cada minuto. Te hemos admirado, hemos reído y llorado contigo. Primer puerto de América, ciudad abrazada por la tierra, templada, cálida.

El cerro Santa Ana, semillero de grandeza, esboza callejones de roca. Por eso te llamo, mi ciudad de basalto tallado, fuiste eterna desde el inicio y tu destino es la gloria. 444 pasos te separan del cielo, donde la valentía toma forma humana y corre por las venas como el oxígeno que se respira. Me siento privilegiado por ser tu hijo, por haber visto mi primera luz, en tu cielo.

¿Cuántos han soñado vivir cobijados por ti?, porque eres madre fecunda y fiel, que acoges sin egoísmo y encausas el ímpetu emprendedor. Eres tierra fértil, tierra prometida y de bendición, donde la divinidad abrió su cofre. Santiago es tu nombre, por Santiago el Mayor, el testigo del Salvador, porque naciste con él. Jesucristo esta en tu cielo, mirándote siempre, para que abras tus alas, y conviertas el esfuerzo en progreso, libertad y riqueza. Cuando intento homenajearte, las palabras escasean y la emoción desborda, porque tu sigues siendo el capricho de mi alma.

Como cuando el rio embravecido golpea los bloques de roca, su ritmo de tambor resuena en los confines del planeta, viaja a otros mundos anunciando al universo, tu dolor y sufrimiento, porque con explosiones te han robado la paz. Tus hijos esperan con prudencia, aunque el ímpetu inicial se disuelve en una profunda laguna de miedo.

Hoy no es tu mejor momento. Tú, sitio bendito, tierra de ensueño, protectora del espíritu emprendedor. Sufres el flagelo de la ignominia que te consume. El salvajismo y la brutalidad han tocado a tu puerta. Por noble y generosa, te han profanado. Hace años, te ataron a leyes para no dejarte ser tu misma, pero pronto el liderazgo y valentía de tus hijos, los que luchan por ti, prevalecerá.

Sobreviviste al mayor imperio de la historia, a plagas, a feroces piratas, incendios, terremotos y volcanes. Eres resiliente, ciudad intrépida y audaz. Siempre te levantaste. Estoy seguro de que ahora también lo harás. No permitirás que la indiferencia, sea tu destino.

Tu río, indestructible como tus memorias, sigue su curso sin temer al tiempo, llevando en sus aguas los sueños de generaciones que no se rinden. Así tú, resurgirás y serás por siempre nuestro refugio edénico. Rugirás como los volcanes que llevas en tu seno, expulsarás la violencia y el abuso como los terremotos que te sacuden. Majestuosa y altiva, con el temple de la acacia en flor. No se dormirá tu cuidador. Ni descansarás, hasta volver a ser la gran perla que refulge a las orillas del Pacífico.

Hoy vengo a declararte, Guayaquil de mis amores, que eres el sitio donde decidí nacer. Deliberadamente te convertiste en el mapa cósmico de mis ideales y en donde se enciende mi pasión. Levanto mi voz como de trueno y elevo una plegaria al creador. ¡Por tí, mi Guayaquil! . Como cuando a Moisés se le ordenó levantar la vara y abrir los mares, así también levanto mi voz desde lo profundo de mi ser para decirte: ¡Grandiosa, valiente, sagaz, indomable, resiliente! Protegerás a tus hijos, expulsarás el mal porque tu eres mágica y seguirás siendo ese capricho lleno de historia, de música, de sabores, de luz, de cielo, del rio, siempre serás ese capricho marcado con carimbo.

No hay lugar más lindo que mi Guayaquil del pasillo y la salsa, mi Guayaquil del encebollado y del guayaquileño madera de guerrero. ¡Viva Guayaquil en sus 490 años de fundación! (O)