Lo que vivimos la semana pasada, además de inédito en nuestra historia, parece haber sido una suerte de punto de quiebre en el avance de la delincuencia en el Ecuador, en la tolerancia de nuestra sociedad y, sobre todo, en la actitud del Estado frente a esta.

Mientras el país entero vio atónito las imágenes de la irrupción en vivo de un grupo delictivo en el set del canal TC Televisión, la histeria colectiva hizo presa de la sociedad, que no atinaba a reaccionar.

Quien sí reaccionó de inmediato fue el Gobierno nacional con las fuerzas del orden, quienes en una operación perfecta, sin pérdida de vidas que lamentar, y también en vivo, tomaron control de la situación y, posteriormente, de los responsables de tan execrable hecho.

De allí en adelante, la declaratoria de estado de guerra y las acciones desarrolladas en los días posteriores nos hacen ver con optimismo el futuro y, a la vez, con molestia el pasado inmediato.

Porque Daniel Noboa está demostrando que, en poco tiempo, a pesar de los escasos recursos, y sin mayor experiencia al frente del país, se puede enfrentar a la delincuencia con decisión. Que las fuerzas del orden están preparadas y a la altura de las circunstancias, y que cuando tienen el debido respaldo superior, actúan.

Claro está que esta campaña recién comienza y que es prematuro poder vaticinar niveles de éxito, o tiempos estimados siquiera, para que los ecuatorianos sintamos que hemos recuperado la paz que algún día tuvimos. Sin embargo, lo visto hasta hoy es suficiente para concluir que este Gobierno está haciendo lo que el anterior no hizo. Que la delincuencia está incómoda y que, por motivos que no estamos en capacidad de analizar, el avance de la delincuencia organizada en el Ecuador contó con la cooperación voluntaria e involuntaria negligente del Estado, en diferentes estamentos y situaciones.

No se entiende de otra manera el resultado de operativos realizados por las fuerzas del orden, en cantidad y calidad de detenidos y materiales decomisados.

Creo que lo ocurrido en vivo en TC Televisión la semana pasada detonó un sentimiento de unidad y rechazo a la violencia generalizada, que se ha regado por todo el territorio nacional, a lo largo de todas las estructuras sociales y, sobre todo, en las más altas esferas del poder político.

Creo que nuestras Fuerzas Armadas y Policía Nacional, tantas veces cuestionadas y maltratadas, hoy cuentan con el apoyo y admiración de todos quienes sentimos a este pedazo de tierra como propio, que añoramos mejores días y que soñamos con volver a ser esa isla de paz que algún día fuimos.

Al presidente Noboa le ha tocado estar al frente del país en uno de los momentos más complejos de la historia, del que saldrá reelegido como héroe o derrotado como villano. No hay margen para medias tintas. Y como va, vemos probable el primer escenario, porque, gracias a Dios, al gran elector no llega el odio que destilan los contratados para criticar todo, ni los fracasados que, para empatar el partido, quieren el fracaso del actual Gobierno. (O)