Es difícil escribir sobre un libro admirable porque se puede caer en excesos, por eso no voy a ocultar mi entusiasmo. Va de frente. La elección de la estructura, el personaje y el tono narrativos son perfectos en la novela del presente año de Andrés Neuman. Muchos ni recordarán que hubo una mujer en España que escribió un diccionario. Se demoró 15 años, almacenó fichas por toda su casa y transformó la lengua española cuando concibió un “diccionario de uso”, aquel con quien más gozó García Márquez, el que los académicos consultaban a escondidas porque divergía de los rodeos y tautologías del oficial, de la RAE.

‘… una corónica inconclusa’

María Moliner se levanta, muy viva, en las páginas de esta novela que, como todos los seres humanos desarrolla una existencia única, tanto por lo que le toca vivir, como por sus peculiaridades. El autor nos cuenta su historia en cuatro partes y una coda, que brotan precedidas de los diálogos compartidos con Dámaso Alonso durante la visita que le hizo para anunciarle que, por votación, no había sido elegida académica, que la preclara institución, fundada a fines del siglo XVIII –y ya era 1972–, seguía siendo un cenáculo de varones, irrestrictamente masculino. El sinuoso director la consuela afirmándole que “ya vendrán los cambios”.

Cuando María es niña –nacida en un pueblo zaragozano y trasladada a Madrid por sus padres– el tono narrador es juguetón, infantil. Acude a la Institución Libre de Enseñanza y ama los estudios. El padre médico –que viajó a Argentina– se olvidó de su familia. Trabajadora precoz y estudiante cumplida, se ajusta a su realidad doble, cuando se le abre el mundo de la archivología. Casada con un profesor de física se instala en Valencia y desde que la II República llega al gobierno, se convierte en la más eficaz colaboradora de la red de bibliotecas que llevó los libros a los pueblos rurales. En esta parte el tono es informativo. Estalla la Guerra Civil y María ve con angustia que las autoridades van desplazando su sede de Madrid, a Valencia, a Barcelona.

‘Aura’ como obra de teatro

El triunfo de la sublevación que dirigió Franco toma represalias con todos los que, aún sin filiación partidista, colaboraron con la República. El matrimonio pierde sus trabajos, asiste marginalmente al dominio del falangismo que castigó a María al asignarle la dirección de la biblioteca de la Escuela de Ingenieros, a ella, una amante del idioma. Instalados en Madrid transcurren los años, los hijos toman rumbo. Bien anclada en su madurez, María empieza su aventura mirando el brillo de las palabras.

Por eso, la cuarta parte desarrolla una de las tesis de la novela: que hacer un diccionario puede ser una actividad autobiográfica. El autor, muy ingeniosamente, va introduciendo fichas con palabras clave para que el lector aprecie cómo funciona la mente de María, cómo una palabra da paso a ejemplos renovadores que permean matices de libertad, augurios de tiempos distintos. La labor es lenta y no se apresura ni siquiera cuando la Editorial Gredos le impone un contrato y la presiona. La publicación de dos tomos –espaciados– se hace en 1966. Propuesta a la Academia, no consiguió el ingreso, dolor que rumia sin reclamos. Desde entonces una enfermedad cerebral la redujo al silencio. Esta novela le rinde el mayor homenaje: convertirla en compañera de los amantes de la lengua. (O)