En diez años, que empiezan a contarse desde hoy, Guayaquil cumplirá 500 años de la fundación que le celebramos no en el momento justo en que se la terminó de trasladar –práctica común en los caseríos de la Conquista– sino en la conmemoración de su patrono, Santiago, que lo es también el de España.
Los 500 años del descubrimiento casual de América, por parte de Cristóbal Colón, fueron hace más de tres décadas, el pretexto para el inventario histórico del continente; para mirar el pasado sangriento de la conquista; el largo e injusto periodo de la Colonia, que volvió “invisibles”, pero abusivamente serviles a los moradores originarios; la controversial etapa de la Independencia que –romanticismo de lado– fue sobre todo la lucha por el poder materializado en la tenencia de la tierra; o la caótica era republicana, con celadas, traiciones, guerras internas y magnicidios. Pero también esa histórica llegada al medio siglo, permitió reflexionar sobre qué, de todo lo anterior, se pudo evitar y cómo lograr que esos primitivismos no vuelvan.
Al llegar, como fue ayer, a sus 490 años reconocidos históricamente de existencia, yo quiero que Guayaquil fije también a sus 500 años –que serán Dios mediante en julio del 2035– como el punto de quiebre de su desarrollo e impulso para el progreso, que a ratos ha parecido que lo tenemos, pero en algún giro de urnas se nos escabulle de las manos para devolvernos, en caída libre, al oprobioso estado de los años 70 y 80 del siglo pasado.
Que esos 10 años, que parecen poco y lo serán si seguimos pasivos, sean un incentivo fuerte, una inyección de adrenalina para quienes amamos esta ciudad, en la que nacimos, y queremos verla bien, atendida, limpia, pujante y progresista, como ha demostrado que puede serlo.
Que el medio milenio nos encuentre con todos los servicios básicos, agua, alcantarillado, luz, internet, resueltos en las zonas más remotas, superando de una vez por todas esa marginalidad incompatible con el siglo XXI.
Que se adopten soluciones efectivas, por impopulares que pudiesen ser, a los problemas de tránsito y movilidad, que ahora mismo están volviendo una decisión de altísimo riesgo el deambular por calles y avenidas, dada la agresividad que evidencian los conductores de vehículos sin placas, y los motociclistas, ambos absolutamente desentendidos de las normas de tránsito y ante la mirada cómplice de los agentes de tránsito.
Que del Gobierno lleguen las acciones económicas y de seguridad ciudadana que nos devuelvan la categoría de capital económica del Ecuador, y permitan generar trabajo y producir para lograr el mejor provecho de la actividad agroexportadora y comercial, que nos da el tener en el cantón a los más importantes puertos del país.
Que los secuestros extorsivos y sicariatos se acaben, junto con las bandas que han decidido per se instaurarlos aquí. Y se devuelva de esa manera al micro y mediano comerciante la posibilidad de ganar un sustento en paz.
Despertemos, guayaquileños, propongámonos llegar a los 500 años con una versión lo más cercana posible de la ciudad que soñamos y por la que todas las mañanas nos levantamos a trabajar. La ciudad que nos merecemos. (O)