Sentada en un sillón miro a mi madre, de 94 años, acostada en su cama. Descansa apoyada en una cánula de oxígeno que le permite a su cuerpo mantener su oxigenación en niveles adecuados. La observo en silencio y me duele ver su rostro amoratado y sus brazos rotos como resultado de una brusca caída.

Han sido días duros para toda la familia, pero sobre todo para ella. Dolores profundos y agudos. Incapacidad total pues sus brazos inmovilizados y adoloridos no le permiten atender sola ni sus más íntimas necesidades.

Y así es como la vida de repente nos sorprende. Recuerdo a mi madre siempre independiente, lúcida, trabajadora y llena de una fortaleza enorme que le ha permitido vencer los obstáculos que la vida le ha puesto en el camino. Su actitud y las medicinas que alivian sus dolores, le ayudan a enfrentar su nueva condición. Con miedo da sus primeros pasos que le ayudan a salir de esa lenta agonía que significa estar en una cama las 24 horas del día. Empieza la recuperación.

No es el caso de todos los enfermos. Muchos, tras accidentes y/o enfermedades no logran recuperar su calidad de vida jamás. Si bien los dolores, que aumentan, pueden ser atenuados con medicamentos muy fuertes, su estado se deteriora constantemente con el avance de enfermedades que no tienen cura. El drama para los pacientes es indescriptible y para sus seres queridos también. Todos necesitan paciencia y mucho amor. Todo bien si solo fuera eso. El problema, además, es que no hay dinero que alcance para tratar de atenuar de alguna manera el sufrimiento del paciente.

Conocí a Paola Roldán hace unos años. La recuerdo alta, bonita, sana y llena de vida. Se acercaba la fecha de su boda y ello le daba una luz especial. Profesionalmente había cumplido sus metas y hoy buscaba una familia que llene su corazón. Y así fue. De repente la vida le golpeó con una enfermedad incurable que le ha arrebatado la fuerza a su cuerpo, no así a su corazón y a su mente que siguen trabajando incansablemente.

Más allá de lo que pase con su vida, Paola en su inmensa fortaleza nos quiere dejar un regalo, íntimo, por si algún día lo necesitamos. El derecho, en caso de una enfermedad incurable, a tener una muerte asistida por un médico. Como Paola, quienes están en esta situación quieren morir en paz, sin tener que esconderse para hacerlo.

La eutanasia no es nueva, sucede más de lo que creemos. Muchos médicos ayudan en la clandestinidad a morir a estas personas, pero lo que podría ser un momento de paz y serenidad, se lo realiza a escondidas, con sentimientos de culpa y soledad, porque es un delito. Esto, sin embargo, no impide que suceda.

Paola ha colocado el derecho a una muerte digna en el debate nacional. Plantea la despenalización de la eutanasia. Se trata de convertirla en un derecho para muchas personas que atadas a una máquina no pueden decidir su muerte.

La Corte Constitucional tiene en sus manos la decisión de liberar a estas personas para que de forma segura y en completa paz y tranquilidad puedan terminar con el sufrimiento.

Gracias, Paola, por en medio de tu situación extrema darnos lecciones de vida, fortaleza y valor. (O)