“Gasto público en sueldos subió casi 300 % en 18 años y es el 8 % del PIB, ‘cuando a salud y educación se destina menos del 5 %’…”, comienza diciendo este Diario en una nota de la redacción del 3 de agosto pasado, que refleja la triste realidad del país. Y agrega que: “… De $ 2.548 millones a $ 9.862 millones creció el gasto en sueldos de la Función Ejecutiva entre 2006 y 2024. Solo en la década de 2007 a 2017 aumentó en 213 %, es decir, de $ 2.922 millones a $ 9.139 millones…”.

Un absurdo crecimiento del 300 %, sin compasión, manteniendo a una burocracia que, con excepciones, poco sirve a la ciudadanía.

‘Manca finezza’

Y podríamos decir que la atención a las necesidades básicas del pueblo ecuatoriano, de esa gran masa, que con sus votos en las urnas sella, a veces, su desgracia, ha ido en sentido exactamente inverso, es decir, mucho más para atender sueldos y gastos del sector público, y muchísimo menos para salud, educación, agua potable, electrificación, alcantarillado, etc.

Pero, el dinero no solamente se escapa por ahí. El despilfarro de los fondos que no tenemos se debe medir también por los subsidios a los combustibles y a la electricidad, de $4.000 y $ 2.000 millones, respectivamente.

Sin crecimiento no hay progreso

Mientras, siguiendo con las cifras de la desvergüenza que van dejando los gobernantes de turno, veamos qué ocurre con la gran masa de los ecuatorianos que apenas sobreviven con $2 diarios per cápita. Según informes del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), a diciembre de 2024, la pobreza a nivel nacional fue del 28,0%, o sea, más de la cuarta parte de la población, y la extrema del 12,7%. En el área urbana llegó al 20,9% y la extrema a 6,0 %. En el área rural, que es la más preterida, alcanzó el 43,3 % y la extrema el 27 %, lo que significa que casi la mitad de la población en el país vive en condiciones extremadamente precarias.

De acuerdo con cifras de dicho instituto, en diciembre de 2024, la pobreza por necesidades básicas insatisfechas fue de 32,4 % a nivel nacional; 23,8 % en el área urbana, y 50,8 % en el sector rural. Más patético no puede ser. Las paupérrimas viviendas, conforme a publicación del mismo, tienen por piso la tierra, el material de las paredes es de caña, la gente vive hacinada en un solo cuarto, sin acceso a servicios básicos; no tienen eliminación de excretas o se la hace por pozo ciego o letrina; carecen de agua potable o de agua entubada, no tienen acceso a la educación, los niños de 6 a 12 años no asisten a clases y el jefe de hogar tiene dos o menos años de escolaridad.

Corte reincidente

Esta es la penosa realidad. Parte de ella es lo que ocurre con el tema de los hospitales. Solo necesitamos comparar las cifras del gasto público con las de las necesidades básicas insatisfechas para percatarnos de la monstruosa e injusta diferencia entre lo que se destina a dicho gasto y lo que se dedica a las necesidades más elementales de la población ecuatoriana.

Coincidimos con el Gobierno en que debe achicarse el tamaño del Estado. Las cifras no pueden ser más elocuentes.

Urge revertir esta anómala situación que vivimos en el Ecuador. (O)