Nacer en los Andes. Morir en Madrid. Llevar la sangre de un mundo derrumbado y de un imperio emergente. Ser duelo. Arder en la memoria de lo irrecuperable. Amar a un padre que sometió a su pueblo. Amar a una madre que fue entregada como botín de guerra. Ser la orgullosa nieta del inca Huayna Cápac. Pensar en Atahualpa como un tío noble y una tragedia. Crecer en la Ciudad de Reyes, que su progenitor fundó el 18 de enero de 1535, la misma en la que murió asesinado. Huir a Quito. Volver a Lima. Perderlo todo y tenerlo todo. Cumplir con la desgraciada obligación de contraer matrimonio con su tío Hernando, conquistador y prisionero en el castillo de la Mota. Ser súbdita de Felipe II, el hijo del rey y emperador del nuevo mundo.
Francisca Pizarro Huaylas Yupanqui, la hija de Francisco Pizarro y la ñusta Quispe Sisa, una de las primeras mestizas de América del Sur, es la protagonista de la más reciente novela de Alonso Cueto. Hay en la literatura latinoamericana de hoy una genuina preocupación acerca del proceso en el que nuestras sociedades se fundaron y configuraron. Quizá porque el destino de muchos de nuestros países ha vuelto a ser indescifrable y nebuloso, no podemos más que indagar en el pasado y en los escombros buscar las claves o indicios del misterio que, como sociedades, somos. Las ciencias sociales, cada vez más marginales y encarnizadas en bandos, a veces no logran alumbrar estas búsquedas. ¿Qué fue la conquista? ¿Una invasión violenta? ¿El encuentro entre dos mundos? ¿El sometimiento de una civilización por parte de una técnicamente más sofisticada? ¿Un descubrimiento de algo que ya existía?
Francisca. Princesa del Perú (Random House, 2023) constituye una forma de participar en esta indagación. Y es que las respuestas que vienen desde la literatura tienen el poder de la complejidad. Quizá no vamos a estar de acuerdo en nuestra manera de contar la conquista, pero sí en que Francisca, descendiente del inca Pachacútec, amó a sus padres y sobrevivió a un tiempo convulso, que le obligó a preguntarse a lo largo de su vida quién era. ¿Princesa del Perú o hidalga española? ¿Hija de un conquistador y testimonio de una nación saqueada? ¿Estirpe de víctimas o victimarios? Francisca era la hija del Sol, pero también una pudiente mujer de piel cobriza que, al enviudar, contrajo nuevas nupcias con un noble, de escasos recursos, para aspirar a ser tomada en cuenta en la corte de los Habsburgo.
La alianza patriarcal en la violencia de género
Demasiados son los aspectos alumbrados por esta novela, por ejemplo, la historia de las primeras mestizas en la construcción del imaginario cultural de las sociedades andinas, que se constituyen en colonias españolas y que son, ahora, nuestras repúblicas. Francisca, tras el asesinato de su padre huyó hacia el norte, tal como lo escribe Cueto: “Unos días después, durante una mañana clara, ya estábamos cruzando un sendero de montañas y vientos. De pronto vimos Quito. Las calles rectas y las casas de roca sólida junto al volcán. Me sentí bendecida por el aire seco”. A veces las imágenes tienen más energía que las palabras para describir lo que somos, en cuanto hijos de una historia. (O)