Fue emocionante. Lo recuerdo. Después de cinco intentos, al final, salió humo blanco. Cuánto me conmovió conocer que era americano, jesuita y se había autobautizado Francisco, por el santo de Asís.

Ya eso era mucha esperanza. Pero había más. Al poco rato, el nuevo papa decide no usar los zapatos rojos cereza que, según entendidos en zapaterías vaticanas, simbolizan la sangre de los mártires que dieron su vida por Cristo; y, para otros, es el color del poder. Francisco sabía que existen sacerdotes que –convencidos de tener poder– oprimen con el miedo al infierno, entonces les ha advertido que los confesionarios tienen que dejar de ser cámaras de torturas psicológicas, sino es espacios de misericordia. Eso ha sido hacer lío, ¿verdad?

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Es que hacer lío para el papa es ser libre de corazón, creativos, empáticos, romper la rutina y el rito estéril o el moralismo perverso. Por ello, no se hace lío cuando asegura no tener ninguna razón para condenar a las personas por ser homosexuales.

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Ha sido el primer papa en hablar ante el Congreso de los Estados Unidos, y decirles claramente que se haga un esfuerzo político y responsable para redireccionar los pasos dados y poder así revertir los efectos negativos al medioambiente. El mundo está intoxicado por los residuos, que el calentamiento global es un serio problema ante la vida. “Estos problemas están íntimamente ligados a la cultura del descarte, que afecta tanto a los seres humanos excluidos como a las cosas que rápidamente se convierten en basura”.

(...) hacer lío para el papa es ser libre de corazón, creativos, empáticos, romper la rutina...

Francisco ha propuesto destruir el individualismo cruel desde todos los ejes de sus discursos. Ha mirado amorosamente la Amazonía, no como una reserva o bodega natural, sino como la contemplación vivita del mismo Creador. Por ello, los teólogos actuales aseguran que el pontífice propone que “ya no sea una periferia más, sino que ahora es el centro, no solo en plano socioeconómico sino en la persona espiritual y teóloga. La Amazonía es santuario, catedral, basílica, en ella cada eucaristía se celebra sobre el altar del mundo”.

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Francisco ha abierto las puertas a todos. Sabe que el Dios de los cristianos es un Dios, uno y trino, que llama a todos: “a los pobres, a los inválidos, a los cojos y a los ciegos...”; desde los límites y toda frontera invita a todos, hasta llenar la casa, porque hay la verdadera iglesia de Dios, que es en la que entramos todos.

Francisco recuerda que de chico no se podía visitar a los divorciados o a los que no eran católicos, y que conoció a un párroco que quemaba las carpas de los evangélicos; ya no quiere más de aquello.

Hoy pide al mundo la paz, y con relación a la guerra, en una entrevista confesó que, aunque no ha podido concretar un servicio de paz ante Rusia, no cree imposible irle a tocar la puerta al presidente ruso Vladimir Putin.

Ha declarado que la violencia contra la mujer es una profanación a Dios. Confieso que nos debe la opción del sacerdocio a las mujeres, pero reconozco con esperanza la incorporación de muchas mujeres en los organismo del Vaticano. Francisco rompe el tablero, nos descoloca y eso es bueno. (O)