El editorial que publicó The Guardian la semana pasada fue sorprendente. El prestigioso periódico británico de izquierda anunció que Putin ya había perdido la guerra contra Ucrania. No se refería a una derrota militar inmediata, sino más bien a una derrota moral a largo plazo y de histórico calibre.

Rusia tenía varios factores a su favor al iniciar la invasión a Ucrania: el inmenso poderío militar, la reticencia de la OTAN a enviar tropas, y la enorme dependencia de Alemania del petróleo que haría muy costosa su posición contra Rusia. Con todos estos factores a su favor Putin pensó que sería muy fácil invadir rápido, decapitar al gobierno actual y establecer un régimen títere. Al mismo tiempo, el pueblo ruso seguiría soportando estoicamente los efectos negativos de las sanciones impuestas por la mayoría de países, pero que al fin tendrían un efecto retardado y decreciente.

Sin embargo, como The Guardian sostiene, es mucho más fácil invadir militarmente a un país, que mantener control sobre él después de la invasión. Estados Unidos aprendió esta dura lección después de los fracasos en Afganistán e Irak. En este sentido, con cada día que pasa, los ucranianos ganan la admiración del mundo, aunque su futuro inmediato sea probablemente sangriento.

Al otro lado del Atlántico el columnista David Brooks del New York Times escribe un artículo similar, celebrando desde ya la victoria moral del pueblo ucraniano. El columnista reconoce que lo que sucede en Ucrania es una atrocidad humanitaria y una tragedia política, pero al mismo tiempo el mundo se ha beneficiado de una corriente global unificadora, en la cual la resistencia ucraniana es el ejemplo e inspiración.

Uno de los ejemplos que Ucrania da al mundo es el tipo de liderazgo de su presidente, el Sr. Volodimir Zelensky, el cual no es impuesto a la fuerza, sino que más bien ilumina a través del ejemplo y el sacrificio personal. Lo que se necesita es claridad y simplicidad en los principios; pero eso sí, defenderlos con la más inflexible convicción que podría demandar la vida propia.

Detrás del liderazgo de Zelensky está también el del Sr. Joseph Biden, quien con su loable perfil bajo ayudó a organizar una efectiva coalición global. También está el liderazgo de Olaf Scholz de Alemania, quien suspendió la aprobación del gasoducto que llevaría el gas natural desde Rusia hasta su país. Lo mismo se puede decir de la inteligente mediación del Sr. Emmanuel Macron, de Francia. A lo largo y ancho de los Gobiernos, compañías privadas, el deporte y las artes, este liderazgo auténtico se va develando en las semanas que vienen transcurriendo.

Los ucranianos vienen mostrando al mundo un patriotismo que ennoblece y que puede dar sentido a la vida. Según el Sr. Brooks, el caso de Ucrania podría también traer el beneficio adicional de enrumbar a las élites de todos los países, que hasta este momento han divagado hacia un globalismo desalmado, en un esfuerzo para ponerse encima de las naciones y vivir en un mundo paralelo. El patriotismo de los ucranianos les haría poner los pies sobre la tierra. (O)