En 130 días ha pasado lo que muchos creían que iba a tomar años: el colapso rápido y sostenido de su sistema de pesos y contrapesos, aquel que los fundadores se demoraron más de 30 años en ajustar con el fin de que ninguno de los partidos y, peor aún, sus líderes puedan desatar. Incluso uno de los republicanos más reformistas como Ronald Reagan debe estar removiéndose en su tumba de ver cómo su “ciudad alta y resplandeciente, con personas de todo tipo viviendo en armonía y paz, con puertos libres que vibran con comercio y creatividad, con muros con puertas abiertas para cualquier voluntad y corazón”, ha colapsado. No hay puertas abiertas, ni siquiera ya para estudiantes brillantes del mundo que querían estudiar en EE. UU., menos aún para refugiados, ni siquiera cubanos o venezolanos que hasta hace poco tenían prioridad, peor aún para latinoamericanos que abrazaban el sueño de migrar para mejorar sus vidas y las de sus familias en sus países. Las redes sociales en Norteamérica están llenas de videos de familias que son separadas a la fuerza por ICE (Policía de control migratorio) en calles, centros comerciales, escuelas y hasta en audiencias de jueces migratorios. Las víctimas ya no solo se reducen a migrantes en situación irregular, se extienden a residentes permanentes.
Esta semana Marco Rubio, hijo de migrantes cubanos y representante por excelencia del sueño latinoamericano en EE. UU., anunció la suspensión del procesamiento de visas de estudiantes en general (supongo que habrá excepciones) y la revisión de visas de estudio en vigencia. Esta medida solo se entiende en el contexto de la arremetida de la Casa Blanca contra Harvard y otras universidades de élite por resistir al control del régimen sobre identidades personales, líneas de pensamiento y activismo de sus estudiantes internacionales. Eso sin contar con su anuncio adicional de que quien critique a Israel no podrá entrar a los EE. UU., en una clara violación de la primera enmienda. Y sí, activistas y universidades han ganado batallas en las cortes, en su intento por parar esta arremetida que incluye retiro masivo de financiamiento, pero la justicia ha tenido poca mella en una administración decidida a no cumplir con dictámenes, a amenazar a los jueces y a inundar las cortes con contrademandas. Casi han logrado inmovilizar el sistema con tantas violaciones constitucionales y legales desde el cierre de la Usaid hasta Harvard, pasando por aprehensiones extrajudiciales en cárceles extraterritoriales.
La cereza de este ciclo es la salida de Elon Musk de DOGE, la división parainstitucional, para supuestamente aumentar la eficiencia gubernamental. Fracasó dramáticamente en producir recortes presupuestarios, pero según The New York Times, sus acciones fueron directamente responsables del deceso de 300.000 niños en el mundo que dependían de alimentos, vacunas y medicinas de la cooperación estadounidense para sobrevivir. Quienes siguen de cerca la política estadounidense sabían que su objetivo central era otro: eliminar todos los expedientes abiertos contra sus empresas y, por supuesto, conseguir nuevos contratos para él y sus amigos, como los de Palantir, ahora a cargo de la supervigilancia con IA de los estadounidenses. Orwell se quedó corto. (O)