La última vez que el Ecuador había presenciado un debate entre los candidatos finalistas a la Presidencia de la República fue en 1984 entre el entonces ganador de la primera vuelta, Rodrigo Borja Cevallos, representante de la centroizquierda serrana, la ID, y León Febres-Cordero, candidato del denominado Frente de Reconstrucción Nacional que fundamentalmente agrupaba al PSC y al Partido Liberal, más otros partidos y movimientos menores.

Yo regresaba del Estadio Modelo ese domingo, después de una jornada de fútbol nacional.

Lo vi en casa de mis tíos. Toda la familia instalada frente al televisor.

Lo recuerdo como si fuera ayer. Ya en esa época me interesaba mucho la política, pues en mi casa se hablaba mucho de ella. Mi padre, además de abogado, periodista y analista político, había sido activo dirigente del Partido Liberal. De modo que ese debate era imperdible para mí.

No conozco la data de esa época, pero estoy convencido de que ese debate marcó el destino de la segunda vuelta y llevó a León a la Presidencia.

Seguro hay más argumentos, más motivos, más sustancia. Pero ese debate fue trascendental en su camino para remontar la derrota de la primera vuelta.

Más de 30 años tuvieron que transcurrir para que el Ecuador pueda presenciar, nuevamente, un debate de los candidatos finalistas; frente a frente ante el país, situación que no se habría producido de no mediar una reciente reforma a la Ley Electoral que volvió obligatorio el debate para los candidatos.

A mi juicio, y conociendo a ambos candidatos, era muy poco probable que Andrés Arauz gane el debate, pues carga una mochila demasiado pesada y no le está permitido sacársela. Y por otro lado, Guillermo Lasso necesitaba este debate para consolidar el ascenso que experimenta su candidatura, ascenso que propios y extraños reconocen.

Es indiscutible que la experiencia de Lasso y el gran activo de ser dueño de su libreto y destino, frente a un Arauz a quien aún no se le permite volar solo, al final pesaría en el debate. Y así fue.

En el debate del pasado domingo, con un arranque lento, a medida que este avanzó, Lasso se fue asentando y consolidando, con unos cuantos golpes importantes que Arauz no supo repeler. Al final, en mi opinión, Lasso consiguió esa tan preciada sensación de ganador que fue a buscar.

Y Arauz (a quien al parecer mandaron a “empatar el partido”) salió con un honroso 1-0 que pudiere no ser tan malo al momento de la suma y resta electoral.

Capítulo aparte merecen las preguntas del debate que parecen haber sido diseñadas para evitar respuestas frontales y enredar a todos. Impresentable e inaceptable.

He titulado el debate del siglo a esta columna no porque suena importante o para captar su atención, sino porque en realidad, este frente a frente televisivo puso ante los ojos del país dos caminos para tomar el control de este Ecuador en terapia intensiva, que no permite margen de error.

Y con todas sus falencias, no quedó duda de cuál es el camino para levantar al Ecuador. (O)