Dijo que los tiene bien puestos. Que por lo menos pega tres palos. Que la cumbre iberoamericana que organizó, y a la cual no asistió ningún presidente de la región, ha sido un éxito. Al menos asisten sus acólitos. Y las más de las veces aplauden. Quizá le dicen que la culpa, siempre, es de los otros. Como la lluvia. Que conspira contra su reelección. Pero él confía, muy seguramente, en que el pueblo entenderá que no es su culpa, porque siempre es de los otros. De la exministra que le advirtió sobre la sequía y el estiaje, por ejemplo. De la vicepresidenta de la República, que él escogió para formar binomio y que pretende, osada ella, cumplir con su rol constitucional de asumir el poder ante la ausencia temporal del primer mandatario bajo licencia.