Se vienen tiempos de cambio de autoridades y de equipos de gobierno en varias instituciones públicas. Con este nuevo personal vienen diversas perspectivas para el manejo de las diferentes ramas del sector público. Lo importante en este momento está más allá de las diferencias ideológicas que pueda haber entre quienes están por dejar un cargo y sus reemplazantes. En general, muchos estamos entrenados para enfrentar un problema de manera inmediata, porque presumimos que el tiempo no debe ser desperdiciado para resolver una situación que perjudica a muchos. Sin embargo, vale la pena darse el tiempo para estudiar bien toda la problemática y sus componentes.

Casi siempre, el mayor error que cometemos es confundir el origen del problema con los síntomas provocados por el mismo. Cuando se habla de movilidad o de inseguridad ciudadana, se cree que el desafío por resolver es el congestionamiento vehicular o el aumento de la delincuencia. Si enfrentamos estos lamentables eventos como problemas, daremos soluciones inmediatistas: más carriles de circulación para los carros y mayor presencia de la fuerza policial —y hasta militar— en nuestras calles. Sin embargo, ¿qué pasaría si a dichos inconvenientes sociales no los viéramos como problemas, sino como síntomas de un problema mayor?

El exceso de vehículos en las calles se produce por la necesidad de las personas de trasladarse de sus hogares a sus trabajos, sitios de estudio, recreación, etc. Mientras más lejos estén las zonas residenciales de las zonas laborales, educativas y recreacionales, mayor tiempo estarán las personas en las calles, tanto en el transporte público como en vehículos particulares. El congestionamiento en las calles es un problema de planificación urbana, de una política de uso de suelo mediocre. No hay paso a desnivel o ampliación de vía que resuelva dicho problema de manera permanente, si no se acortan las distancias entre las diferentes actividades humanas.

En el caso de la inseguridad debido a la delincuencia, hay otros factores que deben ser considerados. La falta de empleo y malas condiciones del hábitat suelen ser elementos que pueden empujar a las personas por el mal camino. Obviamente, estos no son los únicos factores que considerar. La ecuación de la delincuencia es mucho más compleja que la de la movilidad. Sin embargo, dicho en grandes rasgos, un buen entorno y la accesibilidad a un trabajo digno ahuyentan a la inseguridad en las calles.

Hace cuatro años, cuando el presidente Moreno estaba por asumir el mando, escribí una columna dirigida a su primera secretaria del Miduvi, pidiéndole que cambie la estrategia con la que se atiende la problemática de la vivienda en el Ecuador. A la vivienda se la atiende solo como un déficit, es decir, un número negativo escrito en rojo. Los ciudadanos sin vivienda deben ser entendidos como algo más que un número en una tabla de Excel. La vivienda involucra calidad de ambientes y conexiones a espacios públicos decentes.

No se puede construir una casa como se construye un gallinero. Como las plantas, las personas necesitamos un buen suelo para germinar y crecer bien. Así se elimina también el origen de muchos males. (O)