Un querido amigo escritor puso en mis manos este “regalito” que devoré en un par de días. Es producto de una excelente idea del Instituto Cervantes de Madrid: la convocatoria a unos cien escritores, periodistas, políticos y familiares para que redactaran página y media sobre la palabra que se les asignaba, con reflexiones en torno de la obra del gran Mario Vargas Llosa. Presentado en el X Congreso de las Academias de la Lengua que se realizó en Arequipa hace escasas semanas, es el libro ideal para empezar o sellar la lectura de las piezas literarias del peruano.
Su compañero del boom, Carlos Fuentes escribió uno sobre sus propias elecciones emblemáticas de toda una vida de escritura, titulado En esto creo (2002). Ahora, uno de los atractivos del compendio sobre Vargas Llosa consiste en los invitados a colaborar que, naturalmente, imponen su impronta estilística en esos pequeños textos. Cómo no identificar la agudeza cantarina de Rosa Montero en la palabra amor y la profundidad de lo nimio a lo grande, en la palabra realidad, en la pluma de Leila Guerriero. Abre el abecedario Santiago Muñoz, presidente de la Real Academia, apropiadamente, con el vocablo academia, a la que ingresó Mario, en Madrid, para asistir a las sesiones de los jueves y entregar su aporte.
Hay alusiones que se cruzan y se repiten: varias parten o mencionan la pregunta a partir de la que se desarrolla ese monumento novelesco que es Conversación en La catedral (1969), “¿En qué momento se había jodido el Perú?”, en la que convergen las miradas de Carme Riera –autora española– y Juan Gabriel Vásquez, el colombiano que ingresará a la RAE a ocupar, precisamente el sillón que dejó vacío el homenajeado. Habiendo seguido vida y pensamiento de él, se puede adelantar qué palabras estarán, con seguridad, desarrolladas: cine, porque Vargas Llosa fue un amante de séptimo arte; civilización, porque sostuvo que “sin palabra escrita la civilización no es posible”, así como nos previno de caer en brazos de aquellas expresiones que solo son “espectáculo”.
Era obvio que Xavi Ayén trataría el término boom (que ahora la RAE quiere que se escriba “bum”) porque él publicó el estudio más largo que conozco sobre el famoso grupo. Y que las palabras identidad, guerrillas, hispanoamérica, libertad, opresión, poder, serían tomadas en cuenta, considerando las buenas novelas históricas y políticas que publicó nuestro Premio Nobel. Hay, por otro lado, textos ingeniosos reveladores de la imaginación que los creó: las tres líneas para fotografía, de parte de Daniel Mordzinsky, que tanto lo fotografió; los dos sonetos tan ocurridos de Joaquín Sabina, en torno de huachafo, la palabra más peruana.
Destaco a los cinco escritores ecuatorianos elegidos para bordar alrededor de términos clave: Carolina Andrade, Leonardo Valencia, Wilfrido Corral, María Fernanda Heredia y Marcelo Báez, con sus respectivas aproximaciones a un filón, a una veta de tan vasto mundo de ficción. Hay otros, que recogen rasgos de la persona: la risa, por ejemplo, por el español Benjamín Prado o elementos tan biográficos como madre, por su hija Morgana, y familia, por Alonso Cueto, cercano a la vida íntima del autor. Consultar este “dicciomario” al decir de Báez, será acción colateral a la lectura de cualquier obra vargasllosiana. (O)